Las personas que promueven esta tendencia también controlan las porciones para mantener un estilo de vida saludable, evitando la obesidad o sobrepeso. Foto: Senivpetro/ Freepik.
Las personas pueden dejar de sentir culpa por comerse un chocolate un lunes o martes, o un pedazo de pizza el fin de semana. Eso se busca con la alimentación intuitiva, una tendencia que suena con fuerza en redes sociales tras la pandemia.
La nutricionista Sara Mafla cuenta que ese concepto apareció en la década de 1990, pero fue opacado rápidamente por la dieta libre de gluten, la dieta mediterránea, la dieta keto y otras más. La lista es larga y todas se caracterizan por restringir algún tipo de alimento.
Sus creadores, dos dietistas estadounidenses, propusieron la siguiente fórmula: comer cuando apetezca, parar cuando esté lleno y evitar calmar el estrés o emociones como la tristeza o alegría con abundante comida rápida.
Darlene Melendres, también nutricionista, cuenta que la alimentación intuitiva se complementa con la alimentación consciente. Así es como se produce la conexión mente-cuerpo y, por lo tanto, el control de las porciones, por ejemplo. También promueve el respeto al cuerpo e invita a reconocer la saciedad.
Con la alimentación intuitiva se busca un bienestar general. Aquí lo último que importa son las medidas pues, según Mafla, una persona puede ser y sentirse saludable sin tener un abdomen marcado.
Y así lo cree Carla Prado, una aficionada de la cocina, que aprendió a escuchar a su cuerpo después de excederse en el consumo de comida rápida y luego, de privarse de cenas con sus amigos por miedo a reencontrarse con esos alimentos.
Después de experimentar los dos extremos, Prado se come un chocolate o se toma un helado cuando se le apetece, pero siempre intentando mantener el equilibrio. Desaparecieron las culpas y el deseo de pasar horas dentro de un gimnasio. Ahora saborea cada bocado que ingiere.
“El disfrute y el estar en paz es más saludable para mí que no comerme esa porción de azúcar”, dice Prado, de 30 años.
Mafla explica que la privación de determinados alimentos, sobre todo los que gustan tanto como el pan o la pizza, genera ansiedad y al final las personas terminan comiendo más de lo necesario. Por eso, precisamente, fracasan las dietas.
Esta nutricionista cuenta que la restricción de alimentos se realiza cuando el paciente presenta alguna condición real, como intolerancia a la lactosa o al gluten.
Apunta que lamentablemente hay colegas que suprimen alimentos sin un sustento. También hay personas que tienen alergia a alimentos como el camarón, aguacate, piña o nueces. “Es importante entender que no hay alimentos malos, el problema son los excesos. Si te comes un helado a la semana no te va a pasar nada”.
Con este tipo de alimentación, asegura Melendres, las personas pueden garantizarse un bienestar físico, pero, sobre todo, mental.