Los habitantes de Vauban generan su propia energía, con paneles solares en todos los techos del barrio. Tampoco usan autos y reciclan su basura. Foto: Wikicommons
Los residentes de Vauban, un barrio ubicado en Friburgo (Alemania), son considerados pioneros suburbanos: ellos han renunciado a sus autos, generan electricidad con la luz del sol y calientan sus casas sin radiadores ni chimeneas.
Sus ideas innovadoras han demostrado que los ‘ecobarrios’ son posibles. Su comunidad es un ejemplo de que el establecimiento de una ciudad sostenible, como lo busca Hábitat III, se inicia en pequeños segmentos urbanos.
ONU- Hábitat se basa en tres características principales para crear este tipo de urbes: compactación, integridad y conectividad.
Las calles de Vauban son completamente libres de autos, a excepción de la principal vía pública y otras calles en los límites barriales. El vecindario está sumergido en un bosque de jardines y el tranvía transita por una alfombra de césped.
Los automóviles son el medio de transporte predilecto en los poblados alejados de las ciudades, donde las familias de clase media tienden a construir sus hogares. Esto, según Carolina Proaño, arquitecta ecuatoriana especializada en gestión ambiental urbana, es un impedimento en la reducción de los gases de efecto invernadero.
Desde hace tres décadas hay esfuerzos para crear ciudades más densamente pobladas. Para ello, los planificadores han experimentado en barrios donde se enfocan en los beneficios ambientales y sociales. Proaño explicó que los vecindarios son la escala máxima para que la gente se involucre y la mínima para lograr cambios hacia una ciudad sostenible.
Vauban, el hogar de más de 5 500 residentes, es uno de los mejores ejemplos de un barrio sostenible, según Proaño. Su modelo ha sido adoptado en otros lugares para crear núcleos poblacionales más compactos, más accesibles al transporte público, con menos contaminación y más resilientes a desastres naturales.
En este enfoque, los centros comerciales y los lugares de trabajo están cerca de las viviendas, el barrio genera su propia energía, los jardines absorben el agua para evitar inundaciones y los árboles mantienen el recinto fresco, entre otras iniciativas.
Desde el 2015, Proaño realizó dos estudios en los que analizó el potencial de La Floresta y La Mariscal, en Quito, como ecobarrios. Entre sus resultados obtuvo que si todos los edificios y casas de La Floresta implementaran paneles solares en los techos, se generaría el 100% de agua caliente que necesita el sector.
Otro requisito para una ciudad sostenible es la inclusión social. Una población diversa y equitativa, con compromiso y participación ciudadana, es la clave para dar una continuidad a los proyectos sostenibles, dijo Proaño.
Para Christopher Velasco, ingeniero en gestión de riesgos, la sostenibilidad tiene que ver con la distribución de la riqueza o la ocupación del suelo. También implica la generación de recursos para poder dotar de servicios a la población y prioriza los derechos primordiales de los ciudadanos (salud, educación, seguridad, alimentación, etc.).
Ciudades como París, la cual fue reconocida como la ciudad más sostenible del mundo por el Fondo Mundial para la Naturaleza en 2016, van encaminadas hacia un sistema poblacional que engloba lo social y ambiental para crear comunidades resilientes, equitativas, regenerativas y sostenibles en el tiempo. Tal como lo quiere establecer Hábitat III con la creación de la nueva agenda urbana, que se debatirá del 17 al 20 de octubre en Quito.