Los grupos musicales tsáchilas realizan presentaciones en desfiles y comparsas. Foto: Cortesía Tolón Pelé y Tex Montes de Oca
Los bailes y ritmos que los tsáchilas armonizan con sus instrumentos ancestrales cuentan las historias, mitos y leyendas de sus antepasados.
Son cantos en su lengua nativa: el tsá’fiki, a través del cual narran cómo los primeros nativos se comunicaban con sus dioses e invocaban a la naturaleza para un mejor porvenir.
En una de esas melodías se narra el episodio de un tsáchila conocido como Titiri. En el grupo étnico era quien sobresalía por su velocidad, casi parecido al ‘flash’ de las tiras cómicas, bromea Alfonso Aguavil, líder del EcoMuseo Vivo Shino Pi Bolo.
Este personaje era quien llevaba los mensajes a cada casa y su labor era imprescindible por la falta de un sistema de comunicación formal, según la leyenda que cuentan los tsáchilas en sus canciones.
A este nativo también se le atribuye el descubrimiento del achiote, que los hombres de la etnia se colocan en el cabello.
Aguavil explica que en uno de sus rápidos viajes, Titiri encontró unas bellas flores y racimos muy llamativos que mostraban unas semillas rojizas. Cuando sus dedos entraron en contacto con el fruto, el color rojo del achiote le quedó impregnado en sus yemas.
Luego quiso retirarlo y en ese intento lo untó en su barriga y de esa forma creó un gusto casi permanente que hasta lo llevó a colocárselo en el pelo.
Cuando los tsáchilas entonan esta melodía, hacen simulaciones parecidas a cuando se untan el achiote en su pelo. Además, imitan ese momento cuando se pintan las rayas negras en su piel. Ambas representaciones son para protegerse de las enfermedades y para generar las buenas vibras en su entorno.
Albertina Calazacón, líder del grupo ancestral Tolón Pelé, cuenta que los sonidos de los instrumentos se sincronizan con cada historia. Por ejemplo, con la marimba, el cununo y el bombo evocan la historia del tsáchila que se preparaba para ser chamán y que en ese aprendizaje por poco pierde la vida.
Calazacón señala que habían personas de la etnia que se oponían a que llegara a ese nivel y por eso lo querían asesinar con brujería.
Cierto día cuando tomaba la bebida del ayahuasca, en el lugar donde estudiaba los secretos de los chamanes, apareció un hombre que le advirtió sobre la pronta llegada del ‘colorado mano grande’, que en realidad era un tigre que estaba próximo a devorarlo.
La fiera había sido enviada para que acabara con su existencia. Entonces el hombre que lo previno sobre al arribo del animal empezó a decir “care, care”, para avisarle que el animal estaba llegando.
De pronto el aprendiz de chamán se sentó frente a unas piedras y desde ese rincón se defendió para evitar que el animal se acercara y lo devorara.
De esa forma, el tigre se retiró y no pudo devorarlo como se lo habían ordenado en la brujería, agrega Calazacón.
El gobernador tsáchila, Javier Aguavil, señala que estas historias son producto de la tradición oral que cada generación transmite a sus hijos.
En la etnia Tsáchila no existen escritos que cuenten estos episodios y es por eso que tratan de transmitirlos a través de la oralidad.
En la actualidad, la concejala Susana Aguavil recorre las comunas tsáchilas para recopilar este tipo de narraciones, mitos y otras leyendas contadas por los adultos mayores. Ella es maestra parvularia y cuando regrese a las aulas espera compartirlas con sus alumnos.