Con el pie, marca un ritmo constante y logra seguir a la perfección el tempo de la canción mientras golpea el tambor de redoble con una baqueta y con la otra, el platillo. Cuando toca su batería, Daniel Bonilla se concentra al máximo y pareciera que todo a su alrededor desaparece por un instante; solo quedan él, el tema de fondo y su instrumento. Es algo tímido, por lo cual al principio toca con una intensidad baja, pero poco a poco va ganando confianza y el volumen de la percusión comienza a aumentar.
Tiene 25 años, se graduó a los 18 del Liceo Internacional en Quito y actualmente trabaja en ese mismo centro educativo como asistente administrativo. “Saco copias, preparo los materiales de arte y pintura”, comenta al explicar algunas de sus labores diarias en el colegio.
Daniel Bonilla se graduó del Liceo Internacional en Quito. Actualmente trabaja como asistente administrativo en el mismo centro educativo. Foto: Cortesía.
Daniel es un joven con síndrome de down, pero su condición no le impide llevar una vida llena de nuevos retos e impresionantes logros. En su faceta musical, tocó durante algún tiempo junto a la agrupación Golpe Urbano, que dirige Diego Miño, también conocido por ser integrante de Tomback. La banda se caracteriza por utilizar instrumentos de percusión no convencionales, como tachos de basura o recipientes.
Video: YouTube, cuenta: llamingofilms
Comenzó desde muy pequeño tocando el tambor, pues la percusión “era una terapia para aprender las sílabas y para desarrollar su motricidad“, asegura su madre Paulina de Bonilla.
A los ocho años, su familia le compró una batería y tuvo múltiples profesores que le enseñaron a tocar el instrumento. Su género preferido es la música cristiana, pero dentro de su repertorio también se encuentran bandas como Maná o Soda Stereo; el jazz también es uno de sus estilos favoritos.
Pero la música es solo una de las facetas de este joven. Al terminar el colegio, realizó un diplomado en gastronomía en la Universidad de los Hemisferios; allí aprendió principalmente de panadería y pastelería. “Pero lo importante son las chicas“, dice Daniel mientras esboza una pícara sonrisa. Su madre, que está sentada junto a él, suelta una carcajada. “Verás, bandido”, le contesta. En un horno de leña ubicado en el patio de su casa, Daniel suele hacer pan y pizzas para la familia.
Daniel Bonilla posa para una fotografía afuera de su casa junto a su madre, Paulina de Bonilla. Foto: Valentín Díaz/ EL COMERCIO.
Además del trabajo, la música y la cocina, Daniel es deportista. Entrena natación varías veces por semana. El próximo 10 de junio de 2017, viajará a Bogotá para una competencia organizada por la Fundación para la Investigación y Desarrollo de la Educación Especial (Fides).
Comenzó a nadar desde muy pequeño y sus estilos preferidos, según menciona, son pecho, mariposa y libre. En su habitación tiene colgadas algunas de las medallas que ha ganado en competencias. Dice que en el agua se siente “como un tiburón“.
Daniel durante una de sus competencias de natación, deporte que practica algunas veces por semana. Foto: Cortesía.
A Daniel también le gusta narrar historias. En 2015, durante sus vacaciones de verano se sentía aburrido y comenzó a fabricar en su cabeza una historia sobre un pequeño sapo que vive en un en el agua y quiere meterse en un estanque frío para descansar. Poco a poco, fue añadiendo elementos a su narración.
Para desarrollar la historia, su madre le hacía preguntas y Daniel las respondía, llegando así a completar el cuento. Finalmente, el título del relato quedó como ‘El sapito Fro Fro’, puesto que sapo en inglés se dice ‘frog’, comenta el joven.
Cuando su cuento estuvo terminado, el sueño de Daniel era lograr publicarlo. Así, el programa de televisión ‘El Trueque’, conducido por Jalal Dubois y Rodrigo Padilla, le propuso un trato: Daniel hacía un cupcake (de los que aprendió a hacer en su diplomado en la universidad), ellos le entregaron el pastelillo a Jaime Enrique Aymara, quien les dio una de sus chaquetas.
Video: YouTube, cuenta: ExpresarteEC
Después, le entregaron la chaqueta de Aymara a Pamela Cortés, quien les entregó otra chaqueta. Esta prenda se la pasaron a Juan Fernando Velasco, quien regaló una de sus guitarras preferidas y, finalmente, Dubois y Padilla le entregaron la guitarra a la editorial Norma, quienes se encargaron de ilustrar y editar el cuento para su publicación.
Después de la publicación, el ‘El sapito Fro Fro’ fue incluido en la lista de útiles de algunos colegios del país. En un emotivo encuentro, Daniel fue invitado a Guayaquil, donde los niños pequeños de una escuela de la ciudad porteña le hicieron un homenaje.
Vestidos de sapos, representaron con una coreografía la historia que Daniel había plasmado en el papel. “Fue algo maravilloso”, explica su madre. Ahora, Daniel tiene escrita una segunda parte del cuento, aunque todavía no la ha podido publicar.
La lluvia que cae sobre el pueblo de Cumbayá comienza a cesar y sobre el cielo se forma un enorme arcoiris con dos estelas de luz. Daniel lo contempla con atención y se logra ver en su expresión una felicidad radiante. Así, sin muchas palabras, el muchacho intenta interpretar desde su propia y única percepción del mundo las cosas simples y fascinantes de la vida.