Daniel Adum ha trabajado sus obras teniendo como lienzo a espacios urbanos. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO
Hace unas semanas Daniel Adum comenzó a dejar de fumar. Y los ceniceros de su casa, inútiles ya para la ceniza del tabaco, comenzaron a llenarse de tizas. Como una forma de liberar la ansiedad empezó a dibujar la imagen de esos ceniceros. El artista plástico guayaquileño, un muralista consumado, está ahora obsesionado con pintar en tiza sobre el gris de los muros de la ciudad.
La muestra ‘Nadiel sabe’, que el comunicador y máster en artes digitales abrió en la galería NoMínimo, incluye un cuadro gris de trazos blancos que es un ejemplo de este trabajo.
La exhibición es la traducción al lienzo de la iconografía y los colores encendidos que el artista plasmó entre 2004 y 2011 en las calles de Guayaquil. Es un viaje hacia los inicios de su trabajo plástico, donde destacan obras en acuarelas y rotulador, y una muestra de lo que pudo llegar a las paredes y nunca llegó porque las autoridades locales se empeñaron en hacer cumplir una ordenanza y pidieron incluso su detención.
Para entender la sátira que entraña el trabajo en tiza sobre soporte gris, una evolución de su colorido arte público, hay que recordar la pelea que Adum mantuvo en 2011 con el Municipio de Guayaquil, que comenzó a borrar sistemáticamente sus grafitis. Los empleados del Cabildo usaban a menudo una pintura que es mezcla de cemento, goma y agua para borrar, por ejemplo, las formas cuadradas de colores diversos de los murales colaborativos de ‘Litro X Mate’.
La pintura de cemento es la misma que usa ahora Adum para preparar las paredes antes de intervenirlas con tiza. “No causo ningún daño, son obras efímeras. No me interesa que las borren después o que la lluvia me censure. Con la naturaleza no tengo problema; que haga y deshaga como quiera”, dice.
Aunque le molesta que lo llamen “grafitero”, el trabajo de Adum es un camino de ida y vuelta del dibujo al muro y del mural hacia otras posibilidades gráficas. Cuenta que se descubrió como artista en un viaje a Galápagos en el año 2000.
De aquella ocasión, un conjunto de 10 acuarelas de pequeño formato son probablemente las piezas más interesantes de la exposición. En estas el autor mezcla paisajes de Tijeretas, Puerto Chino y Punta Carola con una impronta surrealista, que bordea lo psicodélico. Junto a los paisajes aparecen grandes hongos o un personaje que asemeja un fréjol estilizado –un espermatozoide, según el autor- con ciertos rasgos expresivos que Adum identifica como su álter ego. “Son autorretratos”.
Lo que se exhibe es mínimo en relación a la media docena de carpetas de oficina que el autor dice tener repletas con obras en ese formato, acuarela y rotulador sobre papel. “Entre el año 2000 y el 2005 no tenía cámara digital y lo que hacía era ‘tomarles fotos’ a todo a mano, interpretando esos momentos desde mi estilo y mi forma de dibujar”, explica.
A partir del personaje inicial que apareció en las obras de Galápagos, y que también saltó a los murales, surgen íconos expresivos, a veces sencillos y estilizados, otras tan deformes que evocan el cubismo.
Esas representaciones “de personas en espacios sociales” también hacen parte de ‘Nadiel sabe’, exposición que toma su título del “sinceptualismo” como oposición al arte conceptual. El artista suele enfrentarse al muro sin bocetos previos, “sin pensar demasiado” como lo expresa, casi dejando que el cuerpo se exprese y dice necesitar de esa espontaneidad para explorar nuevos caminos y estéticas en su obra.