Xavier Velasco es el sueño de cualquier fotógrafo: no solo se deja retratar con gusto, sino que propone poses. También es el sueño de cualquier entrevistador: una vez que Xavier Velasco empieza a hablar no para, y la hora prevista de conversación puede convertirse en cuatro. Cuatro horas para verlo como si estuviese parado detrás de una máquina de rayos X.
Maniático del cine y de la televisión (tiene tres antenas parabólicas en su terraza y una pantalla de 60 pulgadas adornando su cuarto). Devoto de David Bowie, de las motos, la velocidad y los videojuegos; sin embargo, dice: “Trato de no meterme en los videojuegos por la misma razón por la que no me emborracho, porque dejo de escribir el tiempo en que me estoy emborrachando y también el día siguiente. Yo no puedo darme esos lujos”.
Hace poco devenido en ventrílocuo aficionado, estuvo de gira un año presentando, junto al doctor Enedino Godínez (el muñeco), su libro ‘Puedo explicarlo todo’.
Está convencido de que es la versión cuarentona y humana de Felipito, el de Mafalda. Xavier Velasco es uno de los escritores mexicanos contemporáneos más interesantes y también una persona de conversación entretenidísima, porque dice cosas como esta: “Para ser novelista hay que perderle el miedo a la muerte; cuando me lancé en paracaídas (a los 19) le perdí el miedo a la muerte. He hecho muchas estupideces desde entonces y no me he muerto. Llegué a meterle 250 km por hora a mi moto, pero también aprendí de Hamlet que el narrador no se puede morir, entonces ya no tengo moto”.
¿Cuánto tiempo le dedica ahora a los videojuegos?
Cada vez menos.
¿Cuánto es menos?
Pues nada más cuando llega alguien a mi casa. Ya no juego solo.
¿Por qué?
Porque se me va la noche entera o el día entero y luego me vienen unos complejos de culpa espantosos. Es una monomanía que hace trabajar el otro lado del cerebro y cuando se quiere volver a pensar y a verbalizar no se puede. Te quedas del otro lado del cerebro.
Ha dicho que el trabajo de los escritores es estar locos…
La frase exacta era: Yo no soy abogado, a mí me pagan por perder el juicio. En realidad yo cobro por perder el juicio, y desde niño vengo entrenando en eso.
¿Diría que para escribir hay que estar un poco loco?
Para escribir tienes que recurrir a una serie de prácticas que corresponden al cliché de lo que creemos que es estar loco: hablas solo y te metes en cantidad de problemas imaginarios. Pero solo enamórate tantito y vas a ver la cantidad de estupideces que haces. Y escribir novelas supone un estado paralelo y muy similar al enamoramiento. Te enamoras de tu historia y no puedes dejar de darle vueltas y vueltas todo el día.
¿A la hora de escribir también es fiel, como dice ser en el amor, dedicándose en exclusiva a una sola obra?
Trato de ser así, si no resulta muy caro. Si te sales, recobrar la obsesión y volver a la novela te toma meses. Es un desgaste mental y un gasto de tiempo. Pero me cuesta porque no soy disciplinado.
¿Qué es lo que logra que finalmente se discipline?
Osana en el cielo: la culpa, que es la que viene y me salva. Gracias a la culpa escribo.
Sus libros se remiten a la infancia y adolescencia; cuénteme de esas etapas suyas…
Yo las viví muy fuerte, tanto así que tengo historias de infancia y adolescencia que me había propuesto contar y ya lo hice. Ya he escrito todos los libros que me había impuesto la obligación de escribir. Es decir, los seis libros que he publicado son libros ‘debidos’. Lo que viene ahora es lo que me dé la gana, así que estoy feliz.
¿Qué escribe ahora?
Una novela, pero no hablo de eso (se sella los labios con los dedos). Escribir novelas es cometer fechorías, y no puedes andar contando cómo planificas hacerlas.
“Narrarás el horror como a ti mismo”, dice en uno de sus escritos. ¿Lo logra?
En mis mejores momentos quiero pensar que lo logro, ese es mi mayor esfuerzo. Pero no sé.
¿Cómo lo intenta?
Viviendo las cosas intensamente al traerlas de vuelta para contarlas. Cuando estaba en el último párrafo de ‘La edad de la punzada’ estallé en llanto, no podía parar, y de pronto la señora de la limpieza, mi mujer y hasta el perro llegaron a ver qué me pasaba. Les pedí que se vayan porque estaba trabajando, y les dije: si estoy chillando es que va muy bien.
Le ofende que le digan publicista ¿por qué?
Por que si yo hubiera sido puta y hubiera dejado de serlo, ya no me gustaría que me llamasen puta. Me vas a preguntar si todos los publicistas son putas: no. Solo los que quieren hacer otra cosa y están en la publicidad por puro dinero lo son; eso hice yo. Los que están ahí por convicción no lo son.
¿Por qué se ofende cuando le dicen compañero?
Porque creo que esa tribu de los compañeros es la más falsa y la más farisea que existe.
¿En qué les nota la falsedad?
Practican un ritual demagógico, mentiroso. Son capaces de hacerse las peores traiciones, pero son ‘compañeros’ y se van a encontrar en la marcha de cualquier manera.
El último martes estuvo súper activo tuiteando el triunfo de Obama, ¿por qué?
No es común que a mí me simpatice el presidente de EE.UU., me pasó con Clinton y con Obama. Me ha gustado lo que él ha hecho, creo que ha cambiado mucho a EE.UU.
En su última columna de opinión en Milenio sostiene que todos tenemos un tirano favorito; el suyo es…
Nuestro tirano favorito es aquel que hace lo que nos gustaría que se hiciera democráticamente, pero él llega y lo hace a las malas. Con el tirano favorito pasa lo mismo que con un amigo canalla con el que te ríes mucho de lo que les hizo a otros, e ingenuamente crees que a ti no te lo va a hacer. Y un día te lo hace. El problema con tu tirano favorito es que un día te hace pagar.
¿Eso nos está pasando acá en Sudamérica?
Cuánta gente votó por Chávez el 99 y cuántos votaron ahora. Se está acabando el encanto, porque hay una deriva autoritaria.
Volviendo al tema ¿ tiene un tirano favorito?
No, porque son pasajeros… solo duran hasta que hacen algo que no te gusta. Aunque quizá mi tirano favorito sea Churchill, pero fíjate a quiénes estaba enfrentando: a Hitler y a Mussolini.
Hoja de vida
Nació en México D.F. en 1964. Un año antes de cumplir 40 ganó el Premio Alfaguara. Escribe desde los nueve años; fue publicista y también periodista.
Es uno de los invitados a la Feria del Libro de Quito. Hoy a las 18:00 presenta su última novela, ‘La edad de la punzada’, en el Centro de Exposiciones Quito.