Como una especie de monólogo que incluía las voces de personajes que, ajenos a nuestro tiempo, contaban las historias que los llevaron hacia su desaparición se armó la obra ‘Testimonio de un centauro plateado’. La pieza del colectivo teatral Xona Bastarda, se presentó por dos días (miércoles y jueves pasados) en la Casa del Teatro Malayerba.
Esta obra es producto de una investigación realizada por el colectivo sobre la privación de la libertad y la represión en distintas partes del mundo. Así, un centauro (Pablo Roldán Rodríguez), de un acento españolísimo, deambulaba desesperado de un lado hacia el otro del escenario, enfatizando que su naturaleza era buena.
“Hay centauros buenos y centauros malos. Yo soy uno bueno”. Con esta frase, la actuación del centauro tenía el propósito demostrar que en esa figura, medio humana, medio animal, se encontraba arraigado un deseo por humanizarse completamente; o al menos el de llegar a entender el porqué de tantos abusos a lo largo de la historia. Una historia que, debido al maltrato, llevó al desaparecimiento de sus hermanos. Ellos, de vez en cuando, revivían en los cuerpos de una muñeca rota a la altura de la nuca y en la figura de una especie de momia que, vendada por completo, solo hablaba sobre su tragedia.
Sin lugar a dudas, el mensaje de la obra queda claro. Al final, cuando el centauro llega a tener una naturaleza humana, ¿qué queda? El horror de la guerra, la injusticia, el desprecio y el odio lo llevan a verse desposeído de todo, ¿Qué aprendió de todo esto? Nada. ¿Por qué? Porque recuerda que en medio de su locura, al momento que pudo callar a los otros, llegó a poseer un poder que lo libró de los gritos de aquel que no tenía nada.
‘Testimonio de un centauro plateado’, bajo la dirección Gerson Guerra, se define a sí mismo como una obra en la que los personajes “arrebatados por la fuerza, dejaron de tener presencia y pasaron a integrar una categoría tétrica y fantasmal”.