Cuatro viajes fueron necesarios para que Jonathan Swift creara una novela satírica en la que muestra su desacuerdo con la ciencia, la política, la filosofía natural y las academias del siglo XVIII. Es así que ‘Los viajes de Gulliver’, obra que circula hoy junto a EL COMERCIO, como parte de la colección Obras Imprescindibles, no solo es una historia fantástica de un aventurero; más bien es un relato crítico de una sociedad anquilosada con las “verdades” de la ciencia.
Gigante entre enanos, enano entre gigantes y ser humano avergonzado por su condición en medio de una tierra de sabios animales, la figura del capitán Lemuel Gulliver es la de aquel hombre que no teme a aventurarse en algo exótico.
Diestro con las palabras, este capitán escribe las bitácoras de sus encuentros con seres de tan variada naturaleza con los que entró en contacto en diversos lugares. En sus cuatro viajes, Gulliver llegó a tierras como las de los enanos de Liliput, las de los gigantes de Brobdingnag, las de los músicos y eternos ancianos de Laputa. Pero una en especial lo marcó hasta su muerte: la de los sabios caballos.