Los caminos de Guayaquil invariablemente guían a Jorge Velasco Mackenzie por los desvaríos de esos 62 años (de edad) que él lleva relacionándose con la urbe. Son recodos de esquinas, de marginalidad, los que pueblan su literatura, cualquiera que esta sea.
El escritor ha caído en la novela, en el cuento, la poesía. Y últimamente le dio por dedicarse también al texto teatral, a la dramaturgia, un género en el que incursionó por primera vez en 1993, por un ejercicio verbal, de perfeccionamiento de su técnica, especialmente en el manejo de los diálogos de los textos.
“Una habitación algo oscura o bien oscura. Un desayuno pobre: dos panes viejos y duros, una taza de café. La escena describe abandono y sobre todo soledad”. Así ha diseñado Velasco el escenario del primer acto de su última pieza teatral: ‘Tatuajes para el alma’.
Esta ya obtuvo el primer premio en el Concurso de Dramaturgia y Creación Contemporánea José Martínez Queirolo 2009, y fue publicada por la Casa de la Cultura del Guayas. Es el último (de momento) de los hijos para el teatro que ha escrito el guayaquileño.
Cuatro actos la comprenden. Es parte, asimismo, de cuatro libros bajo el sino común del tatuaje: Tatuaje de náufragos (novela), Lecturas tatuadas (ensayo) y Poemas tatuados (poesía inédita).
Para hablar de todo esto, Velasco Mackenzie pide que el encuentro con él se haga en la biblioteca de la Casa de la Cultura del Guayas. Acaba de llegar de dictar su clase en Babahoyo. Sobre una mesita están su libro, una pluma y unos pedazos de papel donde garabatea algunas ideas con tinta negra. Está a gusto entre libros. Y pareciera que con el Parque Centenario de fondo, igual.
¿Por qué los tatuajes? “El tatuaje es un símbolo de posesión, más que de poder. No es, como la crónica roja lo pone, un símbolo del mal. Es también un símbolo religioso, como era para los aztecas”, explica el autor.
Un ejemplo es el diálogo del acto II de su obra. Intervienen dos beatas y un actor. Las beatas discuten sobre quién debe sentarse junto al actor. Este, al ver la insistencia de las mujeres, ejerce poder sobre ellas, sobre todo humillándolas alternadamente durante la conversación.
Tirso de Molina, Shakespeare, Moliére… acercaron en diferentes momentos a Velasco Mackenzie al teatro. Aunque una de sus principales motivaciones para retomar esta faceta fue el enorme aprecio que sentía por el fallecido dramaturgo guayaquileño José Martínez Queirolo. “La mayoría de los autores dramáticos siempre tuvo cerca grupos de teatro, como ocurrió con ‘Pipo’ (apodo de Martínez Queirolo); él dejó una estela dramática que todos queremos seguir”.
La primera obra para teatro que escribió se llamaba ‘Monólogo de Isabel Godin’, sobre la llegada de la Misión Geodésica a la Real Audiencia de Quito. Lo hizo en 1993. Luego escribió‘En esta casa de enfermos’, donde reunía a personalidades del arte como Pablo Palacio y Joaquín Gallegos Lara. Esta llegó a las tablas en 1997, con el grupo Luz y sombra.
‘Tatuajes…’ nació en cambio como un capítulo dentro de la novela ‘Tatuajes de náufragos’, al cual el autor retiró del texto original y transformó en uno independiente. Para Velasco, fue una sorpresa ganar el premio.
“El teatro es primero un problema estético. Es completo. Lo tiene todo, todos los géneros. Tiene ballet, tiene música, artes plásticas, un poco de escultura. Los actores se mueven siguiendo un movimiento escénico y literario”, explica el autor guayaquileño.
La obra ganadora fue presentada el pasado 18 de mayo, e incluyó la representación de uno de sus actos por parte de Alfonsina Solines y Milton Gálvez, bajo la dirección de Virgilio Valero.
Pero fuera de esa puesta en escena, aún Velasco no ha tenido propuestas para montar la obra completa; algo que el escritor espera. “Yo me pregunto lo mismo (si llegará a las tablas). Qué pasaría si llegara un texto mío a las tablas. Creo que ahí ya será más un trabajo de los actores y del director que mío”.
Velasco ya trabaja en lo que sería su cuarto trabajo para el teatro. Se trata de ‘Muerte de Montalvo en París’. Una investigación que se basa en la idea de lo dramático que fue el suceso acaecido al insigne escritor ambateño.
Por ahí también tiene otra idea en el tintero. Una nacida de un paseo por un cementerio parisino basándose en el diálogo de las estatuas del sitio.
“Yo creo -dice Velasco- que la mayoría de autores acá hacen creaciones colectivas. Y por esto han prescindido del texto dramático y prefieren hacer creaciones libres. Por eso es bueno que aparezca un nuevo dramaturgo, aunque odie esta palabra”.
Otro de sus planes ahora es viajar al exterior para hacer cursos de dramaturgia. “Vivo la nostalgia de jubilarme. No como escritor claro. De ahí me iré a mi casa de la playa a escribir y leer”.
HOJA DE VIDA
Jorge Velasco Mackenzie
Su experiencia. Escritor desde los 18 años. Es catedrático de la Universidad Técnica de Babahoyo.
Cuando se retire se mudará a su casa de la playa. “Allá escribo, leo, hago mi barbacoa, tomo mis vinos”.