Con vallenato, sombreros vueltiaos y flores amarillas se homenajeó a Gabriel García Márquez

Foto: Ana María Carvajal

Foto: Ana María Carvajal

La fila parecía interminable. Personas vestidas de blanco, de amarillo y de negro esperaron por horas para ingresar por apenas segundos a la sala del Palacio de Bellas Artes y despedirse del querido Gabriel García Márquez, en la ceremonia especial en su memoria realizada la tarde y noche de este lunes 21 de abril, en la capital mexicana.

Algunos sombreros vueltiaos, típicos de Colombia, destacaban en medio de la multitud. En la fila, la gente hablaba sobre el largo recorrido que hizo por la ciudad para llegar hasta el Centro y sumarse al homenaje al premio Nobel de Literatura colombiano. Era importante para ellos llegar y rendirle homenaje al hombre que los había cautivado con sus historias de realismo mágico, con sabor a Colombia.

Tenían letreros en sus manos con frases de admiración y cariño por el ‘Gabo’. Llevaban margaritas, rosas, campanas y flores amarillas, banderas de Colombia, libros del escritor.

La seguridad era extrema. Había una puerta para los invitados especiales, que cruzaban por una alfombra hacia la entrada principal. Los lectores y seguidores de García Márquez solo podían ingresar por el costado izquierdo del Palacio. Pasaban por un control con equipos de rayos equis y una revisión manual.

Alrededor del majestuoso edificio había grandes pancartas con una fotografía en blanco y negro del escritor, sonriente, con la leyenda “Gabriel García Márquez 1927-2014”.

Adentro, se encontraba flores por todos lados. Había personas en actitud de solemnidad, vestidas de negro entero. Hombres con audífonos y radios portátiles controlándolo todo. Personal pidiendo a la gente no detenerse a observar los detalles. Y gente emocionada por estar ahí, aunque fuera por breves momentos.

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Si los guardias y organizadores se descuidaban un poco, quedaba tiempo para mirar con atención los ramos y coronas de flores en el lugar. Dos muy grandes tenían la firma de los hermanos Raúl y Fidel Castro, amigos personales del afamado escritor. Otro, en un rincón, era de la Real Academia de la Lengua.

Las cenizas de ‘Gabo’ estaban en una pequeña urna de madera, en el centro del lugar, custodiadas por cuatro personas. Alrededor, más y más flores y luces encendidas. La gente se detenía un poco para tomar fotografías, intentaba reconocer en la zona destinada a los invitados a algún intelectual o político entre ellos. Atrás había un espacio para la prensa. Decenas de periodistas y fotógrafos estaban reunidos allí.

Llevarse una foto de recuerdo era prioridad para algunos. Otros solamente se detenían a mirar y se llevaban consigo el recuerdo. Hubo quienes salían llorando y otros, reflexionando. Diana Vásquez lucía orgullosa el sombrero vueltiao. Es mexicana, pero su esposo y su hija son colombianos. Dijo que Gabo tiene dos grandes amores, México y Colombia. Para ella fue un orgullo y un honor compartir ese sentimiento con el escritor.

Al salir, la emoción era mayor cuando de pronto el sonido de los acordeones vallenatos se sumó a la despedida.

Primero, una canción en su memoria y luego La Casa en el aire, uno de los más famosos temas de su gran amigo y personaje de ‘Cien años de soledad’, Rafael Escalona.

Entre vallenato, tristeza y emoción, la gente seguía llenando las aceras de la avenida Benito Juárez, frente a Bellas Artes.

Allí estaba la colombiana Cristina Sánchez, esperando su turno. Vive desde hace dos años y medio en México, mientras realiza estudios de Historia. Para ella, Gabo es parte fundamental de la identidad cultural de su país. “Mostró esa otra Colombia entrañable que nos identifica muy bien. Colombia es Macondo”.

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