Estar en la escena como quien está perdido en medio de la niebla, sin saber si es montaña o abismo lo que nos depara, con la certidumbre única de hallarse ante el fin del mundo. De una sensación así deviene el título con el que el director, dramaturgo e investigador teatral, Patricio Vallejo Aristizábal, bautizó su más reciente libro ‘La niebla y la montaña’, un tratado sobre el teatro ecuatoriano desde sus orígenes.
Si obras dramáticas es lo que menos se publica actualmente en el país, textos de investigación sobre las artes escénicas carecen de número para entrar en la estadística. Desde aquí ya se puede medir el aporte de este libro.
Con dos décadas al frente de Contraelviento Teatro, Vallejo propone con esta publicación una toma de posición ante el teatro ecuatoriano, en su desarrollo y en su momento presente. Si bien una revisión histórica era imprescindible para el estudio, no se trata de un inventario historiográfico; sino de una reflexión planteada entre las artes escénicas y la vida cotidiana y de un punto de vista que se construye desde ejes sociológicos.
Este enfoque se debe a que Vallejo no puede “desligar el teatro del ethos histórico de esta sociedad: el irresoluble conflicto entre las formas culturales europeas y amerindias”.
Dentro de esa tensión, el autor halló un primer cuestionamiento: “No todo lo que llamamos teatro es teatro”. Es decir –explica– que la idea de teatro se ha subordinado al eurocentrismo del siglo XIX, pues el teatro se configuró como un edificio, un libro en cinco actos o un texto canonizado literariamente… Pero Vallejo también se refiere a ello que por complejos no se quiere llamar teatro: a la teatralidad de la fiesta, a aquello que se ha quedado bajo el nombre de folclor.
“No es la negación de la tradición europea, tampoco la apología de lo ancestral, sino que se trata de tomar conciencia de una condición”, aclara. Además, esta toma de posición ante el teatro ecuatoriano refuta la historia compilada por Ricardo Descalzi y publicada en 1968, donde se recoge una extensa cantidad de textos bajo la calificación de teatro. Patricio Vallejo refuta también la idea del teatro como evento, una idea -dice- manejada por las autoridades que generan recursos para copar la ciudad de festivales, pero que no apoyan el trabajo de grupo.
Ya en el texto, el lector ha de sobrellevar algunos errores de edición (tipográficos y de sintaxis) y un ritmo que avanza entre el tono académico y la interpretación subjetiva, para profundizar en las relaciones que las diversas formas de teatro (y de concebir el teatro) mantuvieron con determinados momentos de la historia nacional. Cabe entonces la estructura del libro, un orden cronológico que evita la enumeración y que se presta a la contextualización de las representaciones, a l discurso de Vallejo.
Así, las figurinas de las culturas precolombinas de danzantes, músicos u hombres con máscaras marcan un primer momento. Se exponen también las representaciones del Inca, incluso ya entrado el período colonial, como forma de ennoblecer al derrotado por la conquista. Siguiendo el curso histórico, se muestran los porqués del teatro en la independencia, los reflejos de la civilización y la barbarie, el entorno de la revolución liberal, la construcción de la nación, los procesos de modernización, la configuración del ser mestizo…
Nombres de autores y de actores, grupos y espacios para el teatro también se muestran desde la reflexión. Ya avanzando páginas se posiciona el arte del actor (producto de una transición que aún se vive en el teatro desde principios del siglo XX): cuando el público asume que el artista, dramaturgo de su interpretación, es quien está creando vivo sobre el escenario, espacio donde se funde un tejido de diversas dramaturgias. Y este arte del actor se debate frente a la industria del entretenimiento, ante un teatro complaciente, hermanado con la comedia y el drama televisivo que subordina al actor bajo guiones y puestas en escena.
Más que un libro de conclusiones, ‘La niebla y la montaña’ es una publicación que busca generar debate alrededor del teatro ecuatoriano, para colocarlo en la palestra y que, así, deje de ser “el hermano pobre de las artes, que se contenta con 100 espectadores en sala, con las migajas de la industria del espectáculo”.
Porque el teatro -para Vallejo- existe en algún lugar en el fin del mundo, entre la niebla, la montaña o el abismo… Y no se reduce a una definición, sino que abre laberintos y nuevas transiciones.
HOJA DE VIDA
Patricio Vallejo A.
Es Director, dramaturgo e investigador teatral nacido en Quito, en 1964. Tiene estudios en Sociología y Antropología Teatral.
Dirige Contraelviento Teatro, por más de 20 años. Con el grupo ha montado 12 espectáculos, 10 de los actuales son de su autoría.