El libro póstumo de Andrés Castro, ‘El manuscrito de Krutoy’, además de una enorme labor editorial de Yanko Molina, supone una muestra amplia de lo que hacía Castro con la palabra; amplia no en extensión, sí en abordar los registros del autor: desde la novela de caballería en ‘El manuscrito de Krutoy’, narración que da nombre al libro; la picaresca y el esperpento en ‘El Retablillo del tirachinas’, el teatro festivo en ‘Mojiganga curiosa de don Perico el barbero’; el modernismo en ‘Los amantes’; el análisis crítico en clave de farsa, en ‘Tersites’; o el ensayo en ‘Suicidio y vida: literatura circular’.
Los textos muestran el saber del autor y su alta creatividad. Reflexiones existenciales atraviesan los escritos y también hay juego y gotas de fino humor.
‘Retablillo del tirachinas’ se siente como un gran cuento, por la rítmica de rastro poético y el vocabulario florido. Inacabado, ‘El manuscrito de Krutoy’ asume las formas de la novela de caballería, lo cual, al igual que otros registros en la escritura de Castro, sorprende en este siglo. Su teatro está hecho para disfrutarlo también en la lectura, por las didascalias y la construcción de los diálogos. En los relatos, el narrador invoca a las musas o llama al lector, lo califica y le seduce… es decir se hace de usanzas de otras épocas y lo hace con excelencia.