Dice Guillermo Corral Neira, fotoperiodista de amplia trayectoria en EL COMERCIO, que hace falta ser sensible para comprender lo que encierra el mundo de los toros. Y un poco de esa enorme sensibilidad es la que regala en cada una de las fotografías que se publican en ‘El rito en la arena’, libro que recoge la esencia de la tauromaquia a través de su lente.
El libro en números se compone de 240 fotografías, seleccionadas de un total de 1500 que reposaban en el archivo de Corral y de este Diario. Guillermo las fue registrando a lo largo de sus 40 años de vida profesional.
Si la suerte es la que destina qué toro será lidiado por cada matador, fue también el azar, bajo la forma de la coincidencia, la que llevó a Guillermo a pararse tras un burladero con cámara en mano por vez primera. A la distancia de los años, recuerda que un compañero suyo no pudo cumplir en una tarde por encontrarse con su cámara dañada. Entonces, golpeó la puerta de Corral, por esos días entregado a las coberturas deportivas, y le ofreció su credencial: “Haga usted las fotos”. Esa frase sonaría en su vida como los clarines que lo iniciaban ante el mundo de toros y toreros.
Si de joven asistía esporádicamente a las corridas, en compañía de sus padres, para ver el tremendismo de El Cordobés; de adulto sería ya asiduo personaje del callejón. Desde esa ubicación pasarían ante sus ojos y su lente, otras grandes figuras. En un vistazo al pasado, Guillermo recuerda y nombra a Paco Camino, Ángel Teruel, Paquirri, El Viti, José Mari Manzanares, Palomo Linares, Enrique Ponce… Son 64 matadores que ilustran ‘El rito en la arena’.
También menciona a otros, a aquellos que se escaparon del disparo de su cámara. Y lo que ocurre es que -cuenta Guillermo apenado- no todos sus registros están archivados, algunos se rindieron al tiempo y al abandono. Sin embargo, esas imágenes, esos momentos, habitan en su memoria, son parte de un rico anecdotario personal. Por ejemplo aquella vez que vio cómo una vaquilla lesionó a Luis Miguel Dominguín, en una tienta en Huagrahuasi, obligando al diestro a suspender su temporada por América.
O de ese otro momento en que, durante el desembarque de los toros, el horror se apoderó del patio de cuadrillas y de los chiqueros, cuando una res traída de España embistió a un imprudente trabajador de la plaza. O de ese otro toro ibérico que tras ser indultado en el ruedo, se hallaba recibiendo curetajes en el chiquero por días. Guillermo lo visitaba y, cómplice del animal, comprendió la nobleza de estos seres.
La tauromaquia a los ojos de Corral es otro mundo. “Es verdaderamente un rito, que nos remite a un enfrentamiento de bravura”, dice. Y él, maravillado, ha andado por los páramos de las ganaderías (cinco se grafican en el libro: Huagrahuasi, Peñas Blancas, Santa Rosa, Mirafuente y Campo Bravo); por los callejones de las plazas (de Quito, Ambato, Riobamba, Yaruquí o Yunguilla, hay fotos); por los pueblos donde la fiesta adquiere otros tintes (los toros de pueblo de Cayambe o de Mira).
A toda esa andadura se le ha sabido dar una estructura y una identidad en ‘El rito en la arena’, el gran aporte que Guillermo Corral Neira da al mundo del toro y al de la imagen fotográfica.
Más sobre
‘El rito en la arena’
El libro de fotografía circula hoy con este Diario, a escala nacional, por un precio de USD 10.
A las 240 fotos acompañan 18 textos escritos por 15 colaboradores, aficionados y cronistas.
La estructura de la publicación viene dada según el orden de la lidia, por tercios.
A ese ordenamiento se suman imágenes de ganaderías, fiestas de pueblo y premios.