La genialidad en el mundo de la composición musical académica es una cuestión alejada de las limitantes del sexo. Esto lo entiende bien Janet Sturman, etnomusicológa estadounidense que en estos días se encuentra en el país como parte del III Encuentro Internacional de Musicología de Loja.
En un breve encuentro con ella, Sturman explica la situación actual de la composición frente a las cuestiones sexuales. Así, una de las primeras respuestas que da al momento de preguntarle sobre la mujer y la escritura académica se relaciona con la historia.
“Históricamente ha habido un buen número de mujeres dedicadas a la música. Pero no se las ha reconocido pues su labor se remite a la esfera privada. Es decir, a la enseñanza o a pequeños conciertos”, explica Sturman.
Un criterio similar es compartido por la pianista e investigadora colombiana Martha Rodríguez. De sus investigaciones en música académica y popular de su país, ella concluye que hay una vasta oferta de partituras de mano femenina, pero escritas para pequeños salones de ciudad o para el hogar. Esta gran cantidad de obras logró darse, según Rodríguez, con los cambios sociales de finales del siglo XIX. Uno de los ejemplos es el de su compatriota Teresa Tanco, quien con éxito hizo su debut como pianista en 1882 en París para luego regresar a su país para componer zarzuelas.
Sin lugar a dudas, esos cambios que ocurrieron entre los siglos XIX y XX han evidenciado la capacidad de la mujer como escritora musical. Nombres como los de Lili Boulanger, Alma Mahler, Clara Wieck, Grazyna Bacewicz, Pauline García-Viardot, entre otros, demuestran que el talento compositivo no mira masculinidad o femineidad.
Ecuador no dista de la escritura académica hecha por mujeres. En los últimos años, la presencia de ellas en este ámbito ha sido apreciada en salas de conciertos de la mano de compositoras como Jannet Emperatriz Alvarado, Aurora Román o Cristina Breilh.
Con cerca de 50 obras para piano, dos volúmenes para orquesta sinfónica, quintetos, cuartetos y temas corales, Román es una de las más prolíficas compositoras ecuatorianas de los últimos años. Ella tiene aproximadamente 25 años de docencia musical.
Alvarado, por su parte, se mueve entre la interpretación, la enseñanza y la composición. Es así que en su haber tiene obras como ‘Ciclo de composiciones contemporáneas para soprano, violín, violoncello y piano’, pieza que cuenta con textos de escritores ecuatorianos como Efraín Jara, Cristóbal Zapata, Roy Sigüenza, entre otros.
El caso de Breilh también llama la atención por sus publicaciones tanto en materia de composición (entre ellas ‘Resiliencia’ e ‘Itinerário da ressonância’), como en investigación (‘El BOI del Morro do Querosene’, ‘Schaeffer y sus Descendientes Concretos’, etc.) .
Con respecto a lo segundo, en el encuentro lojano, Breilh presentó su ponencia ‘Composición y Musicología: El desafío de una construcción’ en la que diserta sobre las diferentes corrientes del pensamiento que han influido en la composición musical y cómo el estudio de estas permitieron el desarrollo de ‘Resiliencia’.
Aún cuando esta gran cantidad de aportes por parte de las mujeres es tomado con agrado por las investigadoras Sturman y Rodríguez, ambas reparan en ciertos puntos que les preocupa. En el caso de la colombiana es esa suerte de martirio artístico en el que se suele enclaustrar a la mujer, en el que se dice que ésta siempre ha estado relegada. Ella disiente y afirma que en la composición no existe tal segregación. “Es un asunto de cómo se estructuran las sociedades en distintos ámbitos de la vida artística”, subraya.
Sturman, por su parte, aclara que no se debe hablar sobre el hombre o la mujer como compositor. “Lo que se debe buscar es hablar sobre el compositor sin ninguna distinción de sexo pues lo que se busca en una creación musical es la genialidad”.
Obras escritas por famosas compositoras
Die stille Stadt’
Esta es una de las primeras piezas de Alma Mahler, incluidas en la publicación ‘Cinco canciones para voz y piano’, lanzada al mercado en 1910 y con la que alcanzó la fama a escala mundial.
‘Le Dernier Sorcier’
Escrita en 1867 por Viardot, fue el primer trabajo operístico con el que la francesa se acercó al mundo de la composición. Está trabajada sobre un texto de Turguénev.
‘Quatre Polonaises pour le pianoforte’
Con esta obra, Wieck empezó su carrera compositiva. La obra se caracteriza por la familiaridad con la escritura de Robert Schumann.
‘Faust et Helene’
Este fue el nombre de la primera partitura escrita por Lili Boulanger, en 1914. Con la misma se convirtió en la ganadora del prestigioso concurso de composición Prix de Rome, el mismo año.
‘Concierto para piano’
Fue gracias a esta obra, de 1949, que Bacewicz ganó el Concurso Internacional de Piano Frédéric Chopin. Tiene una fuerte influencia de la tradición polaca.