María Helena Barrera Agarwal, premio Aurelio Espinosa Pólit de ensayo en el 2010, vuelve a poner su aguda mirada sobre un tema quizá desconocido para la mayoría de ecuatorianos: la desaparición de un mural de autoría de Camilo Egas, acaecida en los años 40 del siglo XX.
La investigación de Barrera, publicada en el número 31 de la revista de historia Procesos (publicada por la Universidad Andina Simón Bolívar), hilvana minuciosamente los detalles de la creación y posterior desaparición del mural que Egas hizo para la Feria Mundial de Nueva York de 1939, y que fue una pieza fundamental del pabellón ecuatoriano.
La autora logra armar el rompecabezas del momento político, cultural y artístico que rodean al suceso. Gracias a las varias horas invertidas en la División de Archivos y Manuscritos de la Biblioteca Pública de Nueva York, en la Biblioteca Pública de Brooklyn, en la Universidad de Nueva York y en la Memoria Institucional del Ministerio de Relaciones Exteriores del Ecuador, además de la información recabada en los estudios de Nicolás Svistoonoff sobre la obra de Egas, este breve ensayo es abundante en datos y también en escenarios.
‘En busca del mural de Camilo Egas en la Feria Mundial de 1939’ cautiva desde el inicio. Por ejemplo, comienza con estas palabras: “El 29 de octubre de 1940, un telegrama fue enviado de Nueva York a Quito. Su texto es particularmente lacónico, incluso bajo los estándares de la época”. A continuación Barrera transcribe el telegrama en el cual los encargados de la Feria solicitan a la Cancillería ecuatoriana que les digan qué hacer con el mural de Egas, del que, inexplicablemente, nadie se ha encargado, pese a que el pabellón en el que permanece está próximo a ser destruido.
De ahí en adelante, Barrera hilvana con pericia diferentes acontecimientos de corte cultural, político y artístico que rodean al hecho, pues según los documentos consultados por la autora, inicialmente, tras la Feria el mural estaba destinado a exhibirse permanentemente en Quito. Sin embargo, por motivos ajenos a los artísticos, que la investigación de Barrera deja adivinar, eso nunca sucede y el mural se pierde.
Egas, quien para ese momento gozaba de prestigio en los círculos artísticos neoyorquinos, contó con el apoyo de Eduardo Kingman y Bolívar Mena Franco en la creación del mural, lo cual hace aún más penosa la pérdida de la obra, más que nada por la negligencia oficial que parece haber influido en que esto suceda, según las investigaciones de Barrera.
Y si bien no queda rastro oficial ni extraoficial de por qué el Gobierno ecuatoriano dejó que esta pieza importante en la historia del arte del país sea destruida, la autora logra leer entre líneas y llegar a una hipótesis: la temática y la estética del mural no fueron del agrado de los funcionarios ecuatorianos de la época. La imagen de una mujer india era la predominante y hablaba de un Ecuador complejo, que quizá no era el que estos funcionarios querían mostrar al mundo.
Lejos de resolver el misterio de lo que pasó finalmente con este mural, Barrera aporta elementos para seguir haciéndose preguntas al respecto, y sobre todo para abrir un debate sobre la importancia y la conservación del patrimonio artístico del Ecuador.
Punto de vista
Trinidad Pérez / Historiadora del arte
‘Egas no se quedó en una fórmula’
Para hablar de Camilo Egas y su importancia en la plástica ecuatoriana, primero debemos comprender que él tuvo varias etapas. Una de ellas, es sin duda el indigenismo; el mismo del cual se podría decir que es precursor, pero desde un realismo social que no es tanto una denuncia de la situación del indígena, sino un reconocimiento del papel del indígena en la sociedad ecuatoriana. Él le da protagonismo. Todo esto ocurre en el contexto del período liberal, en el cual se debate la problemática indígena; su lugar en la sociedad ecuatoriana.
Otro punto importante para entender su aporte es reconocer que Camilo Egas es uno de los artistas más importantes de una etapa del arte ecuatoriano, porque es un artista profesional, que surge de la Escuela de Bellas Artes; es un artista moderno, uno de los primeros modernos del país.
Una vez que logró ese lugar en el arte ecuatoriano, a finales de los años veinte viajó a Nueva York y ahí se instaló. Es muy interesante ver cómo se insertó en un circuito artístico y en una corriente del realismo social; incluso fue director de la New School for Social Research.
Si bien mucho de la importancia de Egas radica en que contribuyó a la formación de un escenario moderno de arte en el Ecuador, no es menos cierto e importante puntualizar que su paso por varias etapas dio cuenta de un artista en permanente búsqueda. Él no se quedó en una fórmula, a diferencia de ciertos artistas ecuatorianos que han tendido a quedarse en las fórmulas y con un solo tipo de arte.
Egas siempre estuvo renovándose, comprometido con ser artista; y, además, fue muy fiel a sí mismo.