La vida de Marina Salvarezza parece el retrato de la mujer que no debió ser. Hija única, parecía destinada por su madre a ser una típica ‘nona’ italiana. Sin embargo, la Marina impensable, la que está detrás de un rostro amable y casi siempre sonriente, es la Marina que desde que tiene memoria ha sido una rebelde.
En primera, actriz. Y se sabe que el arte no es la primera opción que tiene cualquier padre para sus hijos. En segunda, militante, activista por los derechos de la mujer. Por ello no es raro que la mayoría de sus obras de teatro, como actriz o directora, vayan en esa línea ideológica.Quienes la han visto en televisión o sobre las tablas, han visto a una mujer alta, delgada, que uno describiría fácilmente como una señora seria y formal. Pero en los setenta, en plena época de transformaciones sociales, era una joven italiana más que luchaba contra el ‘statu quo’ con pancartas o quemando sostenes por los derechos de la mujer.
Me considero feminista, confiesa. “Muchas mujeres como que les da cosa. Yo respeto a quien piense diferente y se dedica al hogar. Hay espacio para todo. Pero ser militante feminista conlleva una definición”.
Nació el 6 de diciembre (ella bromea que por la fecha es bien quiteña) de 1946, en Génova, Italia. Su padre, piloto de la Fuerza Aérea italiana. Su madre, la típica mujer italiana dedicada al hogar.
Marina empezó a estudiar teatro a los 17 años, en Milán, en la Accademia dei filodrammatici.
De 600 aspirantes, solo 20 podían entrar. Ella presentó una audición con el fragmento de la obra ‘Francesa Darimini’, la historia sobre una joven mujer casada que se enamora de otro hombre.
En esa ciudad conoció a Alberto García. Se casaron en Milán y por insistencia de él vino a Guayaquil, en 1976. Al llegar, sin saber ni gota de español, quedó en shock al ver la poca actividad teatral que tenía la ciudad. Además, ella no conocía a nadie. Y no es que las cosas hayan cambiado mucho.
En su casa, ubicada en la ciudadela El Paraíso, Salvarezza habla de lo duro que fue y sigue siendo hacer teatro en Guayaquil. “Más que difícil, es desafiante”. Allí está a gusto en su sitio favorito.
Se trata de una amplia sala donde de entrada se notan los coloridos cuadros de la decoración, algunos propios (a ella le gusta pintar) y de amigos suyos.
Casi todos sus amigos cercanos vienen del mundo del teatro. Como el actor y director Bernardo Menéndez, quien dirige el grupo de teatro de la Casa de la Cultura.
En este país –agrega él– los actores hemos tenido que ser gestores y productores de cultura. “Pero ella es mucho más. Cuando se escriba del teatro de los setenta, ochenta y noventa, se va a hablar de Marina Salvarezza”.
Se conocieron en 1999. Así que la conoce tan bien como para saber los defectos de la actriz. “Es incapaz de decir no a alguien. Se mete en 25 cosas a la vez”.
Eso hace que en ocasiones no tenga tiempo para nada. “Ni siquiera para un café con las amigas”, dice Elena Gui, actriz, y una de sus amigas cercanas.
La describe como una de las mujeres más talentosas que ha conocido. También de fuertes ideas y convicciones políticas. Especialmente en el tema de la mujer y la igualdad de derechos.
Salvarezza es parte del grupo ‘Mujeres del ático’, un colectivo de artistas de esa línea.
Sobre la época de quemar sostenes y de militancia de Marina, Gui responde divertida: “no me sorprendería que lo haya hecho”.
De nuevo se nota lo complicado que es imaginar a una mujer, a veces tan formal y amable en el trato personal, como una rebelde.Una cosa que se podría llamar defecto en Salvarezza es su exceso de confianza en la gente. Eso lo sabe bastante bien Gui, quien ha visto como a pesar de que Marina ha ayudado a construir carreras, luego estas mismas personas han hablado mal de ella.
La misma Salvarezza reconoce que aunque en su lado familiar es muy feliz, también sabe que este lado suyo fue un gran damnificado de su carrera. “El teatro significó sacrificar tiempo con mis hijos, Verónica y Pierlorenzo. Fueron los años más duros de trabajo, entre los ochenta y los noventa, donde hasta tenía que limpiar el piso de la sala del teatro donde nos presentábamos”.
Salvarezza ha plasmado su fuerza de carácter en personajes dramáticos de obras como ‘Antígona’, ‘Medea’ o ‘La casa de Bernarda Alba’. Esa personalidad también la muestra como maestra.
Entre algunos de sus alumnos es conocida su rigurosidad y para algunos es demasiado estricta y formal en su enseñanza.Santiago Roldós, director de Muégano, reconoce que aunque su grupo no tiene la misma línea teatral que el de Marina (experimental frente al más tradicional), lo importante del trabajo de Salvarezza es que se ha mantenido en el tiempo. “No soy su amigo, pero opino que entre, que haya un teatro más tradicional, a que no haya, prefiero que haya teatro”.
Y pese a todas las dificultades que existen en Guayaquil para hacer teatro, Marina continúa en la ciudad. No por gusto, en medio de los colores de su sala, como ocupando un lugar de honor, hay una estatua del enjuto Hidalgo de la Mancha. A su costado, su dueña no luce muy diferente.