Los mejores chismes nos llegan por los amigos. Así nos enteramos de que Alberto Salcedo Ramos, el cronista colombiano, maestro de la Fundación Nuevo Periodismo Latinoamericano, llegaba a Quito. Alberto vino para dictar un taller que fue -celosamente- organizado por el Municipio de la capital.
Pero tal ‘exclusividad’ no me privó de su gratísima compañía. Con él nos hallamos, hermanados por esos vientos de palabras e historias, que soplan cuando las razones callan y chillan los afectos, cuando valen las personas y no las instituciones.
Entonces -siguiendo sus consejos- busqué que la relación con él no se agote en la entrevista, apelé a su paciencia, nos vimos en diferentes momentos y espacios. Alberto responde con confianza: efusivo en el hotel, alegre en La Mariscal, maestro y emotivo por la tarde -cuando presentó su libro ‘La eterna parranda’- y entrañable bajo el sonido del jazz, mientras se aventaba una ensalada con pollo a la plancha.
Prefiere una comida escasa en grasas y con harto verde, con ella y Herbalife dejó atrás 112 kilos y esa barriga que bautizó como ‘ecológica’. Ahora se permite lucirse en las fotografías. “¿Se me ve esbelto?”, pregunta jocoso y de repente… ¡flash! De lo que su apetito sigue insaciable es de Halle Berry y de Natalie Portman, de fantasear con ellas, pero más goloso de imaginar el placer final de contar el chisme, de soltar la historia.
Y él suelta las que ya son suyas, en un ritmo que no desmaya, como si su cabeza estuviera siempre atenta a la más leve de las insinuaciones del mundo; todo porque una buena manera de conseguir historias es estar atento a lo que dice la gente, aguzar el oído en los parques, las paradas de buses, los aviones. Además, Salcedo Ramos conversa como si la memoria y no la sangre fuera la que corre por venas y arterias. Las confidencias de los cronistas de la FNPI, algún chisme del mundillo literario colombiano, citas de autores, los amores idos, su Junior de Barranquilla brotan de su boca. Su voz también imita otros acentos para bromear de quienes lo han acompañado en el oficio del periodismo narrativo: del español Bastenier, del mexicano Villoro, del argentino Caparrós, pero también del cubano que nos atiende en un bar-restaurante de la Foch.
Es que a Salcedo Ramos no se lo podría comprender sin ese humor tan caribe, tan intenso y tan genuino. Como gran aficionado al boxeo -donde halla la esencia primaria del ser humano- va echando el cuento con ‘jabs’ engañosos; hasta que su carcajada, sus aplausos y amplios gestos, ascienden como un gancho a la cara y tumban de risa a los contertulios.
Esa esencia de Alberto, esa pasión por narrar, esa belleza de intentar comprender el mundo y comprenderse en él aparecen en sus crónicas. Lo hacen, construidas de voces plurales y cargadas de encanto, en las 27 historias de ‘La eterna parranda’ (publicado en Aguilar), un libro que baila con personajes tan reales que ya son leyenda, entre esa Colombia tan violenta, tan graciosa y tan humana. Y en esas páginas también está el Salcedo Ramos que zafa amarras íntimas y es capaz de inundar los ojos con agua salina.
Es un libro hecho de esas crónicas, de las que su autor habla como ‘la poesía de los datos’. Esa crónica que persigue historias más allá de los números y el entrecomillado, el relato que no solo apunta a la información perteneciente a las matemáticas, a las cifras duras del periodismo de primera página. “Hoy en día los datos están en Internet al alcance de todo el que quiera usarlos. En cambio, la capacidad de entender la realidad y reflexionar sobre ella con propiedad es algo que no puede hacer cualquiera”, dice.
Con esa idea es que Alberto ha llegado a comprender la idiosincrasia del colombiano en los versos de ‘La gota fría’: “Me lleva él o me lo llevo yo / pa’ que se acabe esta vaina ”, canto que Emiliano Zuleta le dejó a Salcedo Ramos, tras lo cual, este le redactó su testamento. Y de su Colombia y de la región, ante el mundo entero, saca el argumento para decir que la crónica es esencialmente latinoamericana, porque nuestra realidad nos impone esa forma de testimonio. “América Latina ha sido una región saqueada desde su fundación. Aquí todo el que ha podido robar, ha robado. Lo único que no nos pueden robar son las historias, y eso es lo que nos queda al final. Se llevan el oro, el petróleo, el gas natural, el carbón, las esmeraldas, todo. Nosotros solo podemos después echar el cuento”.
Mientras administro mi ignorancia, Alberto echa sus cuentos con belleza estética y profundidad psicológica, es atinado en la punzada y prolijo en la escritura. Si usted -lector- no lo conoce, aproxímese a él, búsquelo en Twitter y Facebook, Salcedo Ramos cree en las redes sociales, así como en el periodismo donde se huele la realidad, un periodismo ejercido para comprender y no solo para dar primicias.
Intenté, pues, seguir a Alberto en esta parranda de las palabras y las vivencias, hasta más allá de lo que el cuerpo aguante. Que la fiesta no se acabe y que se lo vuelva a ver por estos lares, que aún quedan chismes por contar.
HOJA DE VIDA Alberto Salcedo Ramos
Nació en Barranquilla, Colombia, el 21 de mayo de 1963. Cronista premiado e incluido en diferentes antologías internacionales. Maestro de la FNPI.
Ha publicado sus trabajos en SoHo, Elmalpensante y Ecos, entre otras revistas. Es autor de los libros ‘El oro y la oscuridad. La vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé’ y ‘La eterna parranda’.