Con los ojos cerrados, sentados sobre el piso de la Iglesia de la Compañía. Otros, en puntas de pie, y moviendo la cabeza de un lado a otro para abrirse paso entre otras cabezas, con el propósito de observar y no solo escuchar a la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador. También acomodados en los confesionarios. Así se vivió la inauguración de la XIII Edición del Festival Internacional de Música Sacra, en Quito, esta noche 6 de abril.
Desde las 18:00, los quiteños y también un grupo de extranjeros empezaron a ubicarse en fila para ingresar esta capilla, en donde se interpreta el Requiem de Verdi, desde las 19:00. Eugenio Auz, músico y profesor de la materia de contacto musical, no se pierde estas presentaciones. Le apena que en las escuelas y en los hogares no se cultive el apego por manifestaciones artísticas como esta.
Él pidió a sus alumnos de la Politécnica Nacional, que siguen su cátedra de Contacto Musical, como materia optativa, que acudan al menos tres de los 11 días al Festival. “Tengo la esperanza de que conozcan más a los artistas ecuatorianos, no se valora el esfuerzo del músico profesional”, señaló Auz, quien también dicta clases en la ESPE y en la Universidad Los Hemisferios.
Gina Guajaló, de 21 años, estudia Ingeniería en Petróleo. Cursa el tercer semestre. Estuvo junto a su hermana y su madre. Era la primera vez que iba a este festival. También fue la primera vez para otros jóvenes, que fueron para acompañar a sus amigos que eran parte de coros y de la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por el maestro Álvaro Manzano, desde julio del 2013 (por tercera ocasión).
La gente disfrutó de los sonidos. Auz indicó que las iglesias son buenos lugares para este tipo de obras pues las cúpulas amplifican las voces y los sonidos. Fueron construidas con ese objeto. Y precisó que por eso los sacerdotes son escuchados por todos los asistentes a las misas.
Paula Herrera, del Coro Mixto Ciudad de Quito, llegó entusiasmada. Era una de las contraltos. Y desde febrero han ensayado para participar de este famoso festival, que la noche de hoy juntó a más de cien músicos, entre otros coros el Pichincha y la Escuela Lírica. Paula tiene 32 años y está en la música unos 8 años. “Cantar en una iglesia es especial, el escenario se presta para interpretar esta obra específica”, dijo.
El Requiem De Verdi es una composición sacra para coro, voces solistas y orquesta. Es una obra del compositor italiano Giuseppe Verdi. El estreno fue en la Iglesia de San Marcos de Milán, pero su fama superó fronteras. Muestra el misterio de la vida, a través del gozo y el dolor.
Entre los asistentes había familias, con niños muy pequeños. Uno de unos 4 años iba de la mano de su madre, quien se abría paso entre la gente. Llegó a una de las bancas y pidió permiso para que su pequeño se ubicara en una y pudiera observar a todos los músicos de frente. Cuando el niño miró todo regresó con su mamá. Y volvieron a ubicarse sentados en el piso, en el lado derecho de la iglesia de la Compañía.
Había espectadores como Edmundo Peñafiel y su esposa Lupe Murillo, quienes acudieron con sus dos hijas de 13 y 15 años, respectivamente. Han estado en otras ediciones del Festival de Música Sacra. Y también han observado ya a la Orquesta Sinfónica Nacional. Les interesa que las chicas conozcan más de la cultura.
En la Compañía no había espacio ya antes de las 18:45. Se cerraron las puertas. Y algunos interesados en apreciar la obra se la perdieron, se quedaron fuera. Mañana desde las 17:30, en el Teatro Sucre, podrán disfrutar también del Requiem De Verdi. La entrada es libre.