Contaban los narradores de la fría Rusia de un niño que buscó demostrar su valentía enfrentándose con un lobo, a pesar de las advertencias de su abuelo. Acompañado de un pájaro, un pato y un gato, se internó en los territorios donde no cabe la civilización, venció miedos, aprendió valores y capturó a la bestia que infundía terror.
La historia de ‘Pedro y el lobo’ fue tomada por el compositor Sergei Prokofiev quien, a su regreso a la Unión Soviética, en 1936, fue encargado para componer una sinfonía musical para niños; con el fin de que cultivasen un gusto por la música. Ahora, con fines similares, la pieza se presenta con la Sinfónica y la narración de Víctor Hugo Gallegos, bajo la dirección de la francesa Nathalie Marin. Las funciones son, a las 09:00, 11:00 y 20:00, en la Casa de la Música (hoy y mañana) y en el Teatro México (este viernes).
Esta obra tiene una conexión muy especial con Marin. La había escuchado varias veces de niña; la interpretó durante sus giras por Europa; pero cuando la puso en escena para un público de niños sordos fue la oportunidad para conocer la riqueza que esta partitura ofrece al melómano. Es -dice- una historia cuyo trasfondo es la sinceridad.
Al ser una de las mejores piezas del repertorio didáctico, en ‘Pedro y el lobo’ se puede “diferenciar el sonido que ofrece cada uno de los instrumentos”, dice Marin. Es así que el oyente reconoce a los personajes del cuento: Pedro, interpretado por las cuerdas; el Abuelo, por el fagot; el pájaro, por la flauta traversa; el pato, por el oboe; el gato, por el clarinete; el lobo, por los cornos franceses; y los cazadores, por los timbales.
Y por esas relaciones entre narración y armonía, el relato ha seducido al mundo del cine. Ya en 1946, la intención de darle colores y formas a la música clásica, como una metodología didáctica, tuvo lugar en el corto que Disney hizo de ‘Pedro y el lobo’. En los primeros minutos, la animación se presta para que los espectadores reconozcan visualmente a cada uno de los personajes con el instrumento que los caracteriza, mientras las notas salen de un pentagrama. Un bosque nevado y las grafías del alfabeto ruso son elementos de la animación.
50 años después de la cinta de Disney, llegaría otra realización, pero esta vez con la conjunción de escenas actuadas por personas y otras, de animación. Aquí un niño citadino llega a la cabaña montesa de su abuelo y escucha la narración de labios de su madre. La historia animada fue creación de Chuck Jones, el mismo creador de los Looney Tunes.
En años recientes, una nueva animación de ‘Pedro y el lobo’ se llevaría los laureles. Se trata del trabajo en ‘stop motion’ de Suzie Templeton, que obtuvo el Oscar en el 2008. En ella, se actualiza la historia: un niño vive con su abuelo en una cabaña maltrecha en los suburbios de una gran ciudad. El relato mantiene la misma trama, pero los personajes aparecen con una profunda construcción sicológica. Las atmósferas ceden su inocencia ante una estética más lúgubre; sin que esto melle los valores de unión y amistad que atraviesan la historia.
Volviendo a la música, “es una obra muy simple pero algunas veces la simplicidad llega a la cima del arte”, comenta Nathalie Marin quien pretende, tras los conciertos, abrir un espacio de diálogo con el público asistente.