El público que llenó la Casa de la Música el viernes salió satisfecho. Aplaudió de pie por varios minutos a la West-Eastern Divan y en los pasillos comentaba las emociones que le despertó la dirección del maestro Barenboim. Él lucía satisfecho también. Por eso, luego de recibir un agradecimiento de los organizadores bromeó: “Siempre me sorprende cuando después del concierto me hacen tantos elogios preparados antes de saber que íbamos a tocar tan mal”.Más allá de los elogios públicos, hubo reflexiones de gente como el montañista Santiago Quintero, quien dijo que fue un deleite asistir a un concierto de alta calidad. Le atrajo la precisión musical en una orquesta que se junta una vez al año y que logra “un resultado fantástico por la dirección”.También hubo personalidades de la política, como Ivonne Baki, a quien le pareció un recital fantástico. Se sintió identificada con el trasfondo de la orquesta que “pone la música y el arte al servicio de la paz”.A otros, como el sonidista Nacho Freire les gustó que sea una orquesta con muchos músicos jóvenes y de distintas culturas, trabajando juntos. “Quedé musicalmente alucinado”, dijo.Antes del concierto, los músicos afinaban sus instrumentos en los camerinos. Tenían a su disposición jugos, gaseosas, agua, y grandes canastas de frutas ecuatorianas para probar.La mayoría se comunicaba en inglés, como un idioma neutro. También había integrantes de España, como Ana Albero y Cristina Aragón. Contaron que han sido semanas de un intenso trabajo, preparando las nueve sinfonías de Beethoven. Destacan el trabajo exigente de Barenboim y que, pese que ha interpretado las obras varias veces, siempre lo hace como si fuera la primera. Y el maestro se despidió del público quiteño diciendo que no puede cambiar que esta haya sido su primera visita a Quito, pero si que no sea la última.