Entrevista a Cecilia Ansaldo, docente y crítica literaria.
Hace mucho tiempo se sostiene que el ecuatoriano no lee. ¿Es esto cierto o algo estereotipado?
Tendríamos que precisar áreas, edades, intereses, medios para hablar de lectura en el Ecuador. Indiscutiblemente si vemos a la comunidad potencialmente lectora del Ecuador, lee poco. No es que no lee, lee poco. Podría leer muchísimo más.
En este caso, ¿qué papel juega la educación al poner de lleno a los jóvenes libros muy ‘pesados’ o clásicos?El niño es un buen lector. Algo pasa de los 14 a los 18 años en que ese niño lector se vuelve un adolescente perezoso frente a los signos escritos, distante de los libros. Pasan dos cosas: la familia y la educación. La familia irradia el hábito de leer. Pero es verdad que el adolescente tiene en contra los programas escolares. Muchos maestros no quieren renovar. Ponen en manos de ellos ‘La Ilíada’ o ‘La divina comedia’, lejos de su lenguaje, intereses, vocabulario.
¿Hay una cultura de lectura o nos dejamos llevar por los ‘booms’ comerciales?
El adolescente tiene que ser captado por temáticas que están en su círculo de interés. Por eso el éxito de los vampiros en este momento, por ejemplo. Hay cierto lector no tan crítico o curioso que compra el libro de escaparate o el más vendido que sacan los periódicos. O este tipo de personas que pasa por problemas en la vida y cree en el libro que aconseja cómo tener éxitos en los negocios, superar la tristeza o hacerse rico.
¿Se los considera lectores?
Yo creo y defiendo que es preferible leer subliteratura, leer autoayuda a no leer nada. Cualquier cosa, con tal de estar asimilando el código linguístico. Quien consume palabras alimenta su imaginación, su vocabulario, sostiene estructuras linguísticas en su cabeza. Obtiene mayores ventajas que simplemente ver televisión.
¿Existe entonces una alta literatura y una subliteratura?
Creo que existe la literatura que no necesita adjetivos, que viene consagrada por la tradición, por los valores literarios indiscutibles. Y otra momentánea, efímera, que llena las expectativas en un momento dado. No le veo un aporte de trascendencia a la señora J.K Rowling (autora de Harry Potter).
¿El costo de los libros es una limitante?
Lo que pasa es que la literatura como entretenimiento, como placer o crecimiento espiritual se ha convertido en una actividad privilegiada, que exige un desembolso económico. Y ni siquiera la clase pudiente ha hecho la costumbre de leer en e-books o en Internet. Todavía no tenemos la costumbre. Pero sí hay un interés.
¿La falta de interés por la lectura podría ser un fenómeno histórico?
Hay que marcar etapas. En el siglo XIX, sacando los índices de analfabetismo y de pobreza, entre la clase media y alta había un gran culto por los libros. Era la única manera de consumir ideas, educarse. Entonces el libro tenía un gran puesto en las vidas de las personas. A mediados del siglo XX el problema eran las ediciones. Ecuador no tenía editoriales propias. Un libro salía en su tiraje inicial y no se renovaba. Soy una profesional que tuvo que leer en su carrera universitaria libros de biblioteca, porque nadie podía conseguir textos que se habían editado en los años 30 y yo, 20 años después, no tenía donde leerlos.
El Gobierno tiene campañas para promover la lectura y sacar libros baratos, pero aún así parece que no tuviera éxito en el país …
Aquí se debe tener una iniciativa colectiva que trabaje en muchos frentes. A las personas no podemos ponerles libros en las manos y despedirnos de ellas. Tenemos que trabajar con el libro, abrir puertas, invitar a leer, persuadir a las personas de que vale hacerlo. Publicar libros baratos no es suficiente. La televisión y el cine son un contrapeso demasiado atractivo y no necesitan publicidad. La televisión está ahí, en todas las casas.