Ser periodista, más que una profesión, es un modo de vida. Quien opta por ejercer esta carrera es una persona enamorada de las palabras y las imágenes, cuyo sentido crítico le permite arriesgarse y dedicar su vida a desentrañar las virtudes y los defectos de la sociedad.
Su oficio es muy parecido al de un artesano, cuya obra se alimenta del consejo de sus maestros y mejora con la experiencia y los años. Un periodista rinde cuentas de su trabajo con cada publicación. Da la cara ciñéndose a los hechos, aunque resulten incómodos.
Sus armas son el sentido común, las entrevistas y la lectura atenta de documentos obtenidos con un empeño casi obsesivo. No es capaz de contar historias de injusticia, coraje, solidaridad u honestidad sin antes conmoverse. Tiene como consigna guardar distancia de las fuentes y ser igual de riguroso para denunciar la corrupción como para resaltar las acciones humanas más nobles.
En la vida cotidiana es un ser bastante incomprendido. No tiene hora de salida, tampoco es muy riguroso en sus horarios para comer o dormir. Se pierde la mayoría de reuniones familiares y las vacaciones en días festivos. No se desampara del teléfono celular y, cada vez que puede, navega por la Red (…).
Ejercer el periodismo me convirtió en una mujer afortunada. En el ejercicio del oficio no se puede hablar de rutina porque todos los días son diferentes.
En una sola jornada, por ejemplo, me pude conmover con el dolor de quienes perdieron a un ser querido por un deslave, escuché las propuestas de las autoridades que tienen a su cargo solucionar los problemas de la inseguridad en la ciudad y más tarde pude constatar cómo es la vida de un hombre que decidió unirse a un circo y rodar por el mundo en un furgón viejo.
Las cientos de experiencias de vida a las que he tenido acceso no tienen precio. Todo lo vivido me enseñó a ser exigente en mi trabajo y a ser grata con la gente que me abrió sus puertas, que entendió la premura del cierre diario, que me confió documentos, que me llamó la atención cuando me equivoqué.
En el plano profesional aprendí que el trabajo es mejor si se hace en equipo. Los redactores requieren de la sabiduría de sus editores, de la experiencia de otros redactores, del profesionalismo de los fotógrafos, de la creatividad de los diseñadores, infógrafos y caricaturistas (…).
Después de este tiempo de aprendizaje, creo que la paciencia es una virtud para llegar lejos, sobre todo en la investigación. En esta profesión está prohibida la ligereza, la falta de rigurosidad y la mentira. Faltar a cualquiera de estos principios significa perder credibilidad y, por tanto, el sentido del oficio.