Walter Astrada ha ganado tres veces el World Press Photo; su trabajo se centra en la denuncia de la injusticia social. Estuvo en Quito y conversó con este Diario.
A la pregunta de quién es, responde: “Un fotoperiodista a quien no le gusta hacer las fotos que hace. Me gustaría no haber tenido que hacerlas, porque quisiera que todas las cosas que he visto no hubiesen existido”. Se llama Walter Astrada (Argentina, 1974) y es uno de los fotógrafos latinoamericanos más internacionales.
Quizá le falte espacio en su estudio para exhibir todos los premios recibidos a lo largo de sus 15 años de carrera periodística (38; entre ellos: tres primeros lugares en el World Press Photo), pero para él eso es lo de menos. No es falsa modestia, porque Walter Astrada no toma fotos para ganar concursos ni para que su nombre sea hoy un referente en la fotografía regional, sino para tratar de cambiar este mundo que cada vez le gusta menos. Menuda tarea…
Mirando sus fotos es difícil no preguntarse cómo estará la fe de este hombre de trato un poco áspero, cuya vida entera gira alrededor de la fotografía. Sus proyectos abordan temas duros. Horribles.
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La violencia contra las mujeres en El Congo o los femicidios en Guatemala, también el conflicto post electoral en Kenia y un Haití devastado mucho antes del terremoto… son las historias que a él le interesa contar. Y lo hace con unas fotos poderosas, que suelen obligar al espectador a retirar, instintivamente, la mirada.
Eso a Walter Astrada no le importa. De hecho, al hacer referencia al cliché de que algunas fotos de los diarios arruinan el desayuno a sus lectores, él es radical: “Es que a mí me gustaría poder arruinarles no solo el desayuno sino el almuerzo y la cena. Para que empiecen a pensar que nada se acaba con dar vuelta a la página, sino que hay que verlo y tratar de ver cómo lo cambiamos”.
Sin duda, su periodismo es militante. “No hay fotoperiodismo si no hay compromiso. Si prefieres ser neutral, como lo fue Suiza en la Segunda Guerra Mundial, terminas volviéndote cómplice”.
En esta ‘cruzada’ fotoperiodística, él lo va dejando todo. La inocencia también: “Ya soy como un tigre, solo me van aumentando las rayas”. Nunca ha salido indemne de ninguno de sus proyectos. Y lo que verdaderamente le afecta no son las brutalidades que ha visto, sino “lo poco que se hace para tratar de ayudar; esa falta de voluntad del resto del mundo es lo que más me desgasta”.
A su natural vehemencia le debe sus jornadas agotadoras (aunque este año ha bajado un poco revoluciones, “para estar más en mi casa” -en Madrid-) y también esa necesidad de compartir lo que sabe: “Para mí la vida es compartir conocimientos. Lo que yo quiero es que todos nos nivelemos hacia arriba y no hacia abajo, que seamos mejores. Quiero estar rodeado de fotógrafos buenos para poder seguir aprendiendo”.
En Quito
Walter Astrada vino al país en días pasados, por una gestión de Fundación Telefónica, para presentar un libro sobre trabajo infantil, en el que participó.
En este libro colaboraron otros cuatro fotógrafos y 16 escritores iberoamericanos.