Oculta en una pequeña galería fotográfica de Los Ángeles, la obra del reivindicativo pintor Philip Stein se quita el polvo y planta cara al olvido en un intento de su familia por encontrarle un nuevo hogar a sus cuadros con mensaje.
Stein falleció con 90 años en 2009 tras una vida dedicada a inmortalizar en sus lienzos las injusticias de su época, con la fe de quien cree en el poder transformador del arte impregnado de realismo social, un movimiento en el que se forjó bajo la sombra del conocido muralista mexicano David Alfaro Siqueiros.
Fue el propio Siqueiros quien bautizó a Stein con el apodo de ‘Estaño’, entre 1948 y 1958, cuando el estadounidense trabajó como su asistente en Ciudad de México; una década en la que convivió también con Diego Rivera y Frida Kahlo, en cuyo funeral en 1954 estuvo presente.
Ese alias, que nació de la dificultad de Siqueiros para pronunciar correctamente Stein, se convirtió en el nombre artístico del pintor para el resto de su carrera.
La muerte de ‘Estaño’ pasó casi inadvertida y solo algunos medios, como The New York Times, le dedicaron una reseña. Con su desaparición, sus cuadros quedaron condenados al ostracismo, en su domicilio y desde hace un año en la trastienda de Take My Picture, galería de su hija Anne Stein.
“El 90 por ciento de su trabajo está aquí”, explica rodeada de dibujos, acuarelas y algunos óleos de su padre. “Tenemos esta colección que es sorprendente y creemos que necesita un hogar” Si eso no ocurriera, consideraría la opción de vender aunque reconoce que su familia tiene “cero sentido para los negocios”.
“Mi padre estaría más contento si se donara, el dinero nunca fue su motivación”, explica Anne Stein, que asegura no tener idea de cuánto podrían valer los cuadros. ‘Estaño’ nunca persiguió ser rico, tampoco famoso, pero quienes le sobrevivieron reclaman ahora un poco de reconocimiento. “Su legado es enorme”, afirma el artista Mark Vallen, miembro de la junta directiva de la organización Amigos de Siqueiros, responsable de la página web “Art for a Change”, y persona cercana a Stein en sus últimos años.
“Los museos deberían pasar mucho menos tiempo tratando de encontrar a la siguiente estrella del grafiti cuando tienen a Stein aún por descubrir”, apunta Vallen, para quien ‘Estaño’ supo trasladar a EE.UU. la esencia de la escuela mexicana de realismo social para tratar los problemas que sufría su país.
La guerra, la pobreza, la depresión, el feminismo, los derechos civiles y el medioambiente, son temas presentes en los cuadros de Stein, un hombre optimista, como lo describe su hija, que descargaba su visión oscura y dramática del mundo en su arte.
“El ascenso del macartismo (campaña anticomunista ideada por el senador Joseph McCarthy) en los años 50 puso al realismo social bajo escrutinio y los dueños de galerías y museos vieron más fácil promover el arte abstracto que el que tenía mensaje”, afirma Vallen. Los cuadros de Stein quedaron relegados detrás del pop y las tendencias que se impusieron después en EE.UU.
Stein, que vivió en España tras el franquismo y pintó allí muchas de sus obras marinas, escribió uno de los libros de referencia sobre Siqueiros, “Siqueiros – His Life and Works”, basado en su experiencia con él durante una década. El próximo octubre, su camino y el de su maestro se volverán a cruzar en Los Ángeles. El día 9 se desvelará la restauración del conocido mural de Siqueiros ‘América Tropical’. El 13, la familia de Stein expondrá su obra en una pequeña galería no muy lejos de allí en busca de un poco de atención.