Todo paisaje es interior, mucho más cuando estamos hablando de arte. Y todo paisaje está incompleto sin la mirada, la respiración, el tacto, la imaginación, el oído humanos.
Ambos asertos se confirman en las obras fotográficas de María Teresa García, Birte Pedersen, Mateo Ponce, Christoph Hirtz y Gonzalo Vargas, y en las esculturas de Milton Estrella, que conforman la muestra ‘Nonaturaleza’, que está abierta desde hoy, 23 de enero de 2014, al mediodía en Ileana Viteri Galería (av. González Suárez, edificio Atrium).
A esa carencia (de la naturaleza) tornada en complementariedad (a través del arte), postulada por Aristóteles cuando sostenía que el arte completa -muchas veces desde la imitación- lo que la naturaleza no puede completar, remiten las piezas de estos seis artistas.
Con técnicas, reflexiones y registros distintos todos fueron convocados por una propuesta de Viteri en la que la galerista los invitada a “releer el paisaje”; ese tema tan antiguo como la pintura misma, que sin embargo sigue reinventándose en la mirada de quienes sean capaces de recrearlo.
En el caso de ‘Nonaturaleza’, lo interesante es el desafío que la curaduría de Viteri (con el apoyo de Arantxa Masachs) logró, al plantear al espectador que se adentre en la abstracción valiéndose del lenguaje y la materia de lo figurativo. Ahí están los peces, los sapos, los torbellinos, las nubes, las ventanas, las planicies, los lagos… pero ¿son peces, torbellinos, planicies, nubes, lagos, ventanas, sapos? Son, pero no son. Y los códigos por descifrar quedan servidos…
El arte transpira su tiempo y estos paisajes, al menos en las fotos de Pedersen y de García, no le han quitado el cuerpo a un tema que acongoja a más de uno en este planeta: esa especie de matrimonio mal avenido que, como especie, llevamos con nuestro entorno. La devastación presenciada casi en tiempo real por televisión, las noticias de extinciones inminentes de algunas especies, la asfixia (aunque sea a colores y con destellos de neón) que produce el cemento están presentes en la muestra, pero no son literales, por eso no se pueden ver en las imágenes.
Como dice Pedersen, la relación arte-naturaleza puede entablarse desde el registro documental -que no es su opción-, pero también desde una narrativa más relacionada a la estética. Los paisajes de esta fotógrafa noruega-alemana, radicada en Ecuador hace aproximadamente 30 años, pueden ser leídos, por la manera en que están compuestos, como naturalezas muertas. “En cada foto hay seres vivos, pero metidos en un contexto que implica su pronta muerte”. El cruce de varios discursos (una especie de metalenguaje plástico) le da peso a esta obra que logra una literalidad irónica que siembra preguntas en el espectador.
Con la obra de García pasa otro tanto; sus paisajes imposibles (objetivamente hablando, pues son montajes que unen imágenes de distintos contextos) son más que nada evocativos de una armonía que cada vez se antoja más lejana. Capa sobre capa, la fotógrafa ecuatoriana construye un universo entre idílico y aterrador. Tal cual la naturaleza, a secas.
Ponce circula en un andarivel similar, aunque con una técnica distinta, que imprime colores intensos, ¿irreales?, a entornos propios de las selvas de cemento que caracterizan a la sociedad actual. Hirtz vuelve a lo básico: la luz, donde en mayor o menor medida encuentra la abstracción. Vargas retrata, sin que asome, la mano humana en el paisaje y Estrella se regodea en las formas de la madera y la piedra.
Son seis maneras de mirar hacia afuera, es decir, hacia adentro.