El sobre en el que llegó‘Un país imaginario. Escrituras y transtextos, 1960 – 1979’, del peruano Maurizio Medo, llevaba una nota: “Ernesto Carrión y el chileno Germán Carrasco no quisieron participar de este libro”. Entre la aclaración y la ironía, primó el vacío, porque una de las voces ecuatorianas más potentes de la poesía actual privaba a los lectores de hallarlo allí, hablo por Carrión; a Carrasco no lo conozco y tras esta ausencia pasará tiempo antes de que llegue a sus textos.
Y es que un libro como ‘Un país imaginario’, al que llamaré antología aunque ya son muchos los que reniegan del término, se abre en las manos como invitación para conocer a otros autores y nuevos textos. Sucedió con ‘Medusario’ y con ‘Pulir huesos’, entre otras compilaciones. Es sabido que toda selección es arbitraria y que siempre se abre a la polémica ya por los nombres in/excluidos, ya por cuestiones generacionales y territoriales, ya por los enfoques y lecturas del compilador (cuando no prima el amiguismo, nefasto). Y esas polémicas se acrecentan cuando, vanamente, se piensa en una antología publicada como en una institución del canon… .
Pero con eso y todo, Medo lanzó su selección y Ruido Blanco, editorial ecuatoriana, acogió la idea. 29 poetas se cuentan en el libro, cinco de acá: Edwin Madrid, Paco Benavides, Luis Carlos Mussó, César Eduardo Carrión y Juan José Rodríguez. Faltarían nombres, pero una primera condición llega desde el periodo elegido por Medo (1960 – 1979), más que una cuestión de edades se da por relaciones con las formas de ver, de escribir y de trabajar con el lenguaje. De estas condiciones y de los enfoques de lectura da cuenta el compilador en el prólogo, sección que en este tipo de publicaciones merece especial atención por sustentar la propuesta de los textos seleccionados, por dibujar la personalidad del libro, por estudiar un momento.
Además Medo parece que no tiene la necesidad de hacer ‘lobby’, ni de autoincluirse en esta selección, el compilador suelta su poética no con sus textos, sino desde sus lecturas. Así, se llega identificar los elementos de esta poesía: discursos fragmentarios; polifonía; ruptura o superación del poema como unidad textual, como conceptualismo puro; diálogo con las vanguardias, difuminación del ‘yo poético’…
Asimismo, lo latinoamericano trasciende referencias nacionalistas, más bien se torna como un modo de nombrar a una pluralidad, una escritura que nace de la fusión de maneras tradicionales y de formas marginales, un entrecruzamiento de dialectos y de manifestaciones lingüísticas y culturales. Los textos de ‘Un país imaginario’ resuelven dos registros que en algún momento se vieron como contrarios, el neobarroco y lo conversacional; esa poesía de la dificultad y esa que se hace de un decir más cercano.
Val mencionar que las reflexiones que giran en torno a la publicación de ‘Un país imaginario’ se deben también a las relaciones que se gestan entre los poetas de la región a través de encuentros y festivales. Entre ellos está el cuencano Certamen de la Lira, ya próximo a su tercera edición (arranca el 21 de este mes), donde se han dado cita el mismo Medo, Roberto Echavarren, Eduardo Espina, José Kozer, y otros hacedores y estudiosos de esta poesía.
Ciertamente ‘Un país imaginario’ no escapó de la polémica. Para ella estuvo el poeta mexicano Mario Bojórquez,con quien se inició un debate de facebook, en donde se soltaron al aire diferencias teóricas y estilísticas, disidencias ante otras formas de escribir, así como percepciones y rencillas… cosas de esta Latinoamérica que existe atravesada por su conflictividad; cosas también que son inherentes a una poesía viva, que se escribe y se dialoga.