El argentino Ernesto Sabato, galardonado con el Premio Cervantes 1984 y quien falleció ayer a las puertas de cumplir los 100 años, abandonó en su juventud irrevocablemente la ciencia para dedicarse a la literatura y trascender las fronteras con su narrativa.
Sus primeros libros fueron ensayos: ‘Uno y el universo’ (1945), ‘Hombres y engranajes’ (1951) y ‘Heterodoxia’ (1953). Entró en el campo de la ficción con ‘El túnel’ (1948), un relato psicológico de gran intensidad, de clima existencialista. Su segunda novela fue ‘Sobre héroes y tumbas’ (1961), más ambiciosa en su configuración, con alternancia de lenguajes y técnicas. En 1963 publicó el ensayo ‘El escritor y sus fantasmas’, donde analiza la literatura y el fenómeno de la creación. Su última novela, ‘Abaddón el exterminador’, vio la luz en 1974, y fue elegida como la mejor novela extranjera en Francia en 1976.“Yo solo ‘cometí’ tres novelas”, ironizaba Sabato, nacido el 24 de junio de 1911 en Rojas, provincia de Buenos Aires, como penúltimo de 11 hijos varones. Sus libros traducidos a una docena de idiomas, se convirtieron en clásicos de la literatura latinoamericana y recibieron elogios de grandes personalidades como Albert Camus y Graham Greene.
El autor, quien falleció en su casa de Santos Lugares, en las afueras de Buenos Aires, reivindicaba el coraje para destruir lo escrito. Así relataba haber incinerado varios materiales, entre ellos una novela iniciada en la adolescencia, ‘La fuente muda’. Y contaba que ‘Sobre héroes y tumbas’ se salvó de las llamas gracias a la intervención de su esposa Matilde.
Mientras estudiaba en París, sus relaciones con los surrealistas franceses reactivaron su vocación literaria, ya manifestada en sus años de estudiante. En su juventud, militó en el Partido Comunista, del que se apartaría luego. Actuó como investigador en la Universidad de La Plata, antes de retirarse definitivamente de la ciencia para abrazar la literatura. “Yo creo que hay que escribir cuando no damos más, cuando nos desespera eso que tenemos adentro y no sabemos lo que es, cuando la existencia se nos hace insoportable”, sostenía Sabato. En 1979 reemplazó su antigua máquina de escribir por la paleta y los pinceles, cuando le detectaron una enfermedad irreversible en los ojos, y su obra plástica fue expuesta en el Pompidou de París.
Tras la dictadura del autodenominado ‘Proceso de reorganización nacional’ (1976-1983), presidió la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), creada por el entonces presidente Raúl Alfonsín. Este organismo recogió denuncias, testimonios, y pruebas sobre los desaparecidos durante la represión, que luego fueron presentados en un estremecedor libro titulado ‘Nunca más’. A partir de entonces, Sabato se evidenció como un referente ético de la sociedad, aunque algunos también cuestionaron sus puntos de vista. “Yo toda la vida he sido un venerador de las utopías, y me he jugado la vida”, afirmó el autor en una entrevista.
Matilde se constituyó en su mayor sostén en momentos de abatimiento y desesperanza, y fue madre de sus hijos Jorge y Mario. Con ella compartió un matrimonio de más de 60 años, así como la ruptura con el mundo de la ciencia y sus conflictos con el comunismo. En lo que fueron dos duros golpes para el escritor, su hijo Jorge perdió la vida en un accidente automovilístico en 1995, y Matilde falleció en 1998. Ese mismo año, Sabato publicó su volumen de memorias ‘Antes del fin’, un compendio autobiográfico de recuerdos que el mismo autor calificó como desordenados.
En el 2004 vio la luz ‘España en los diarios de mi vejez’, cuyo eje es la experiencia de los viajes de Sabato por la Península Ibérica. Ese mismo año el III Congreso Internacional de la Lengua Española en Rosario le rindió un emotivo homenaje con participación del Nobel portugués José Saramago, quien lo llamó su “hermano mayor”. Ya por entonces, sus apariciones eran más esporádicas.
La 37 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires tenía previsto rendirle hoy un tributo.
‘El túnel’
El pintor Juan Pablo Castel nos hace partícipes con un tono existencialista del crimen que cometió llevado por la obsesión contra María Iribarne.
‘Sobre héroes y…’
La novela se divide en cuatro partes: ‘El dragón y la princesa’, ‘Los rostros invisibles’, ‘Informe sobre ciegos’ y ‘Un Dios desconocido’.
‘Abaddón’
Con la técnica más experimental de la obra del escritor, presenta una estructura narrativa fragmentaria. Fue su última novela (1974).