El escritor colombiano Gabriel García Márquez vivía desde hace varias décadas en México, un país al que llamaba no su segunda patria, sino su “otra patria distinta” y en el que escribió ‘Cien años de soledad’ (1967).
Llegó en tren en 1961 después de vivir en Nueva York, con su esposa Mercedes Barcha, su hijo mayor Rodrigo con menos de dos años y con USD 20 en el bolsillo.
Aunque alternó entre varios países, desde entonces convirtió a Ciudad de México en su lugar de residencia principal. “Aquí han crecido mis hijos, aquí he escrito mis libros, aquí he sembrado mis árboles”, dijo Gabo al ser condecorado por el gobierno mexicano con la orden del Águila Azteca en octubre de 1982, el año en el que le otorgaron el Nobel de Literatura.
Y evocó: “En los años 60, cuando ya no era feliz pero aún seguía siendo indocumentado, amigos mexicanos me brindaron su apoyo y me infundieron la audacia para seguir escribiendo”.
Gabo sufrió estrecheces económicas y aridez creativa en su primera época en la capital mexicana. La necesidad le obligó a aceptar el cargo de director de la revista de señoras ‘La Familia’ y la publicación de notas policiales “Sucesos para todos”, con la condición de que por ningún lado apareciera su nombre.
Después trabajó en publicidad y su economía empezó a repuntar, al tiempo que escribía guiones de cine como la adaptación del cuento de Juan Rulfo ‘El gallo de oro’ con Carlos Fuentes.
Fue en 1965 cuando, manejando por la carretera hacia Acapulco, se le iluminó la mente con la primera frase de ‘Cien años de soledad’. Se encerró en su casa mexicana durante más de un año y no paró hasta terminarla.
En México inició su amistad con Carlos Fuentes, que duraría hasta la muerte del autor de ‘Aura’ en 2012, y terminó la que tenía con Mario Vargas Llosa cuando el peruano le propinó un puñetazo en el ojo en 1976 tras la proyección de una película, por causas que todavía son una incógnita.
También en suelo mexicano Gabo conoció a la poderosa agente literaria catalana Carmen Balcells, con la que firmó contrato para que lo representara en todo el mundo de habla hispana cuando apenas empezaba a escribir ‘Cien años de soledad’.
Y en 1982 la noticia de que había ganado el Premio Nobel le llegó a su casa de México. “Cuando el éxito y la publicidad excesiva trataban de perturbar mi vida privada, la discreción y el tacto legendario de los mexicanos me permitieron encontrar el sosiego interior y el tiempo inviolable para proseguir sin descanso mi duro oficio de carpintero”, afirmó García Márquez.
El escritor decía que había llegado a México el 2 de julio de 1961, el mismo día en que Ernest Hemingway se suicidó. Quizás inventó la fecha, como una historia más de Macondo, porque, según su biógrafo británico Gerald Martin, en realidad llegó una semana antes. El caso es que el escritor de ‘El amor en los tiempos del cólera’ marcaba con ese día el inicio de su vida mexicana.
“La fecha no se me olvidará nunca, aunque no estuviera en un sello de pasaporte inservible, porque al día siguiente muy temprano un amigo (Juan García Ponce) me despertó por teléfono y me dijo que Hemingway se había muerto”, escribió en 1983 en una nota periodística titulada ‘Regreso a México’.
Después de publicar ‘Cien años de soledad’, García Márquez vivió en Barcelona y alternó entre Ciudad de México, La Habana, París y su natal Colombia.
En 1981, cuando pensaba radicarse en su país, recibió información de que iba a ser detenido acusado de financiar al grupo guerrillero colombiano M-19. Tomó entonces la decisión de abandonar Colombia protegido por la embajada mexicana y México lo acogió de manera definitiva.
En los últimos años de su vida eran poco frecuentes los actos públicos de García Márquez en México. Rehuía cualquier cosa que pudiera sonar a homenaje, pero se dejaba ver de manera esporádica con amigos como la cantante Shakira o el magnate Carlos Slim, aunque también eso se convirtió en algo cada vez menos habitual.
Para su 87 cumpleaños, el 6 de marzo pasado, sorprendió a fotógrafos y reporteros que esperaban a la puerta de su casa, en la calle Fuego del barrio de Pedregal de San Ángel, en el sur de la capital mexicana. García Márquez salió en esa ocasión con un ramo de rosas amarillas y, aunque no habló, se dejó celebrar por periodistas que le cantaron las “Mañanitas”, la canción con la que los mexicanos festejan los cumpleaños.