‘Liberen a Ai Weiwei” se lee desde hace pocos días en el frontis del Tate Modern, en Londres. Se supone que Ai Weiwei, el artista y activista político chino de renombre internacional, acudiría a Londres el 3 de mayo para clausurar su muestra en ese museo inaugurar otras dos exhibiciones en Inglaterra. Pero su visita es ahora incierta.
Ai se encuentra desaparecido desde el pasado 3 de abril, tras ser detenido, por supuestos “crímenes financieros”, por autoridades chinas cuando trataba de abordar un vuelo con destino a Hong Kong. Desde entonces, se desconoce su paradero, y el portavoz de turno del Ministerio de Asuntos Exteriores chino ha dicho que “hay algunos países y personas que consideran como un héroe a un criminal”, en referencia a Weiwei.
Conocido por su trabajo conceptual, Ai Weiwei llenó el Hall de la Turbina del Tate Modern con millones de minúsculas piezas de porcelana que intentan imitar semillas de girasol. Uno de los puntos más sublimes de la exhibición es que cada diminuta obra de arte ha sido producida por artesanos calificados que perdieron su trabajo.
Tras las continuas demandas internacionales para dar con el paradero de Ai Weiwei, los medios estatales chinos informaron la semana pasada que la ley no cederá en el trato hacia los “tercos” que utilizan como excusa los derechos humanos.