Una ciudad como una derrota o como una enfermedad. Así siente a San Juan el protagonista de ‘Simone’ (Ediciones Corregidor, 2012), la novela del puertorriqueño Eduardo Lalo. Autopistas, reposterías, fragmentos de vida y silencio se entrecruzan en la rutina de un escritor que se ha resignado a la invisibilidad. A la inexistencia.
El día a día es devorado por un sinsentido que desdibuja el ímpetu. En las páginas de un cuaderno el escritor anota los signos de su soledad. Párrafos que son como una herida abierta o como los latidos de un corazón que busca detenerse. San Juan no es una ciudad. Es un dolor. Un ahogo en el pecho de un asmático.
Notas repentinas aparecen en su entorno y rompen con esa monotonía de miseria y resignación. Son citas de libros: “Soy Lina, la muchacha rubita, blanquita, de pelo corto y ojos azules que escribió en la calle… Espero poder verlo sin que tengamos que conversar. Prefiero que me lea y leerlo a usted. Agradezco su atención y sinceridad.” ¿Quién envía éstas notas? Al resolver ese misterio Eduardo Lalo descifra la inserción descarnada de Oriente en Occidente: el choque de dos mundos cuyo único punto en común es la soledad. ¿Es posible algo más marginal que un escritor solo? Sí, una china enamorada en Puerto Rico. Una china que concibe a la literatura como una arma detectivesca de sobrevivencia. Pocas veces una historia de amor ha podido expresar, con tal desamparo, las más ondas preocupaciones de nuestro tiempo.
Y es que no hay compenetración ni dolor cuando los cuerpos reflejan las incógnitas del alma. “Un hombre y una mujer se transforman cuando sostienen una mirada en la que por primera vez no pesa el silencio”, escribe el protagonista.
En esta historia la intimidad es la literatura. Y también los recorridos nocturnos por las calles en los que dos almas enlazadas imprimen dibujos en las paredes de las estaciones de buses.
Lalo realiza, con su novela, una intervención artística en los muros de un siglo XXI que se desangra. Rescata al amor de los gastados predios de la cursilería y lo presenta como un performance después del cual no tiene sentido aplaudir ni hablar.
Mientras narra los abismos que unen a Li Chao y al protagonista, Lalo se queja de la banalización de la cultura. Denuncia la aniquilación de la literatura por medio de la industria del libro. Rechaza la proliferación de productores de historias para reivindicar la figura del escritor como un inconforme que lucha contra aquello que no puede vencer.
Eduardo Lalo demuestra su dominio del lenguaje; en sus páginas, la desolación es bella. Y si esa dialéctica entre lo triste y lo estético pudiera tener un nombre, ese sería ‘Simone’.
De la mano del Premio Internacional Rómulo Gallegos 2013, la obra de Lalo ingresa a la lista de novelas imprescindibles de nuestra tradición. Y en eso el autor no hace concesiones: para él Puerto Rico, pese al olvido, es parte indiscutible de América Latina.