La pintura y la tauromaquia se fusionaron en la plaza de toros Santa Ana de Cuenca, cuando el maestro Édgar Carrasco trabajó en un lienzo vivencial. No estaba en su taller en Tarqui y tampoco lo pintó. Pero fue el mentalizador del registro de una corrida incruenta (sin sangre) en el lienzo.
El torero español José Emilio Chamón tenía en su capote un sistema de pinturas acrílicas en tonalidades rojas, amarillas y azules. Una tela, atornillada en la arena, de siete metros de largo, por tres de ancho era el lugar donde Chamón hacía las movidas para registrarlas con la pintura que caía del capote. Para el torero español fue memorable esta experiencia, porque nunca vio plasmado en un cuadro la forma en la que torea.
Unas 100 personas estuvieron de espectadoras. Para uno de los asistentes, Remigio Hurtado, este tipo de arte es una forma de mantener viva la tauromaquia en Cuenca. Las corridas en ese cantón no son permitidas y quienes las disfrutan deben ir a Quito o a Riobamba.
Carrasco se sintió orgulloso de su obra. Hacia las 14:40, Chamón culminó la corrida y el lienzo lucía colorido, con formas abstractas. No hay imágenes, solo se imprimió la pasión del arte del toreo. El artista cuencano llevó su lienzo al taller donde le hará un tratamiento y en dos semanas iniciará una subasta.