La historia del villancico ecuatoriano no es la de melodías cuya única intención sea celebrar el nacimiento del Niño Jesús. Esto queda en claro luego de conversar con Andrea Salazar, Mario Godoy Aguirre, Andrés Vizcaíno, Julio Bueno y Schubert Ganchozo, cinco expertos en el campo de la música que explican la evolución de este género.
Para entender el cambio en el concepto de villancico, como la canción de los villanos escrita en lengua vernácula y de uso paralitúrgico, para ahora ser aquella que hace uso de figuras relacionadas con la Navidad, varios de estos expertos se remiten a la Escuela de Artes y Oficios de la Colonia quiteña. Concuerdan que dentro de sus aulas no solo se habría impartido clases de pintura y de escultura, sino que la música también fue un arte enseñado. Algo que en 1994 quedó confirmado cuando Godoy Aguirre halló la partitura incompleta del villancico La chacona me piden, vaya.
Para Vizcaíno, historiador y sacerdote católico, el descubrimiento de esta pieza musical ha sido fundamental para hablar sobre un detalle en particular, que ha sido objeto de discusión para los musicólogos ecuatorianos: la posibilidad de hablar de una Escuela Quiteña de la música.
“El resultado de la investigación de Mario Godoy Aguirre no solo es relevante como un registro más en el campo de la historia de la música ecuatoriana. Tras escuchar piezas como La chacona me piden, vaya; El Negro José; o Muy hermosa es María, uno ya puede encontrarse con una unidad que al actual Ecuador lo diferenció de lo que se hacía en España”, apunta el historiador.
Aunque el sacerdote sostiene que existe un rasgo distintivo en la manera de componer villancicos de los músicos de la Colonia quiteña, Andrea Salazar, musicóloga y antropóloga, se siente ajena a tal hipótesis. Para ella, la escritura de este tipo de piezas, si bien es única y diferente a otros géneros como el vals, responde, más bien, a una característica por lo menos regional.
“No es posible pensar que la Escuela Quiteña logró crear una manera particular en cuanto escritura musical, debido a que -para esa época- era común que a los religiosos se los moviese de un convento a otro, lo que hacía que la música de un sitio sea impartida en tierra extranjera”, dice Salazar. En lo que sí pudiera haber afinidad es, a su criterio, en cuanto a la temática.
“Los temas de los villancicos coloniales quiteños sí son similares en sus letras. Aunque todos hablan de vírgenes, santos o festividades religiosas, en todos ellos se encuentran expresiones idiomáticas comunes”, subraya.
¿Entonces, qué es lo que hizo del actual Ecuador un territorio para la difusión del villancico? A esta pregunta, Mario Godoy contesta que fue gracias a que ellos respondían a las necesidades religiosas del pueblo; es decir, que sus temas, escritos en español y quichua se refieren a festividades relevantes para la comunidad. Ya en cuanto a su composición, tenían su atractivo en tanto se apoyaban en la forma estrófica con responsos.
Pero lo que en un principio fueron creaciones que lograban abarcar una vasta cantidad de hechos religiosos, a fines del siglo XVIII comenzaron a verse limitadas estrictamente al acto navideño. Esto, según explica Salazar, se debe a que los pueblos de la región “buscaban perpetuar sus ritmos y melodías con canciones para el Niñito, ya que este personaje gozaba en la época con gran cantidad de fieles”. No solo fue la oportunidad para que el villancico se vuelva la melodía para Navidad sino para que ritmos como el pasacalle, el albazo, el chigualo o los arrullos comiencen a gozar de mayor presencia en esta festividad religiosa; esto, de la mano de músicos y compositores como Hermenegildo Rodríguez Parra, Salvador Bustamante Celi, Segundo Moreno, entre otros.
Para Ganchozo, las festividades comienzan a desligarse de su acervo español para tomar elementos propios de la cultura de cada pueblo y, de este modo, apropiarse con mayor fuerza de la Navidad. Un ejemplo de esto lo mira en la zona rural de Manabí, donde los chigualos (cantos de coplas que están en el género de los amorfinos) hacen que esta temporada sea extremadamente colorida y sonora.
Bueno comenta que el villancico se convirtió en exclusivamente navideño ya que el repertorio que más ha perdurado de la música colonial ha sido aquel que alude a hechos en torno al nacimiento del Niño. El que hayan varios géneros que se lo tomen como villancicos, y que él precisa deben ser considerados canciones de Navidad, se debe a que el mestizaje permite una mirada mucho más amplia sobre un mismo fenómeno.
Las últimas décadas no han sido ajenas a obras de carácter mestizo interesadas en retratar a la sociedad ecuatoriana. Así, por ejemplo, se tienen trabajos como el de Hugo Vásquez, cuyos temas tienen a ciudades del país como lugares para el nacimiento de Jesús.
Punto de vista “Dulce Jesús mío, mi niño adorado, Ven a nuestras almas Niñito, ven no tardes tanto. Del seno del padre, bajaste humanado, Deja ya el materno Niñito, porque te veamos…”.
Dulce Jesús mío “Ya viene el Niñito jugando entre flores y los pajaritos le cantan amores. Ya se despertaron los pobres pastores y le van llevando, pajitas y flores. La paja está fría…”.
Ya viene el Niñito “En brazos de una doncella un infante se dormía, y en su lumbre parecía sol nacido de una estrella. Quisiera, Niño adorado, calentarte con mi aliento, y decirte lo que siento en mi pobre corazón …”.
En brazos de una doncella “Claveles y rosas, la cuna adornad, en tanto que un ángel, meciéndole está. No llores Niñito, no llores mi Dios; Si te he ofendido te pido perdón. Al niño pastores, venid a abrigar…”.
Claveles y rosas