Juan Fernando Andrade. Es narrador y cronista. En el 2010 publicó ‘Hablas demasiado’ (Alfaguara). También es músico.
Hay escritores que parecen personajes creados por otros escritores: José Donoso (1924-1996) es uno de esos.
La cuota chilena del boom latinoamericano era un tipo inseguro como pocos, incapaz de apagar los cuestionamientos de su voz en off, obsesionando con el talento de sus contemporáneos y con el éxito comercial que tuvieron y a él le costó tanto conseguir. El autor de esa catedral en llamas que es El obsceno pájaro de la noche se ocupó tanto en ser escritor que capaz sacrificó demasiado a cambio de la posteridad que hoy, ojalá, esté disfrutando.
Pilar, su hija adoptiva y una de sus mejores creaciones, vivió enfrentada a la figura de Donoso y al parecer la única forma que encontró de salir con vida fue darle un poco de su propia medicina. Correr el tupido velo, que no es exactamente una biografía sino una especie de city tour kamikaze, va pelando las cáscaras de una persona que parece no terminar de deshojarse nunca. ¿Existió un solo José Donoso o fueron varios? Este libro revela personalidades múltiples tratando de convivir dentro de un mismo cuerpo, peleando por la esquina más iluminada, por el honor y la gloria. El artista que se encierra a crear mientras el mundo se cae a pedazos, hiriendo con su ausencia a quienes más lo quieren y necesitan. El padre desesperado por el bienestar económico de su hija. El chileno fuera de Chile que solo se atreve a regresar una vez consagrado. El luchador envidioso en busca del título de los pesos pesados. El esposo de una mujer alcohólica y sensible que pasó años en cama, down, agarrada a los oídos de un psicoanalista y las caricias peludas de sus mascotas. El hombre que no supo asumir su homosexualidad a tiempo, condenándose a un escape imposible al fondo de un callejón sin salida.
La maniobra de Pilar Donoso, tan íntima y peligrosa, es luz en la mina de su propia familia. Se lanzó al vacío y cayó parada. Aplausos. Al contrario de su padre, escribió sin miedo a que la viéramos desnuda, y ese paisaje que se extiende durante más de cuatrocientas páginas se encarga de cubrir el horizonte.