Javier Vásconez da nueva vida al Dr. Kronz y lo enfrenta con su pasado

Javier Vásconez

Javier Vásconez

Me hallaba en Madrid, recorriendo sus calles para apurar las últimas horas de una tarde de otoño, sin nada destacable. Como casi siempre, me acerqué a la librería Pérgamo, una de mis preferidas, en la calle General Oraá. Su propietaria, una mujer de viva inteligencia, a quien conocía de antes, me recibió y cruzamos algunas referencias de escritores que, en ese momento, aparecían en el panorama literario. Al final de una larga conversación, entre gentes que entraban y salían del local, me entregó un ejemplar en un sobre. Te va a conmover, como a mí, dijo, ¡es una sorpresa! Y nos despedimos. Se trataba de la novela ‘La piel del miedo’ de Javier Vásconez, editada por Viento Sur en España.

Terminé el libro durante el vuelo de regreso. El texto se me reveló con una fuerza que deshizo lo que hasta ese entonces subsistía de mis antiguos prejuicios e indiferencia por nuestra literatura.

La forja del oficio de escritor en el Ecuador ha sido desde siempre, una labor que se ha sostenido entre la incomprensión, el silencio y un indisimulado provincianismo. La literatura de Vásconez contradice esta realidad siempre fronteriza y marginal. El autor creció en aquellas casas ahora desaparecidas de los años cincuenta del centro de Quito y en ese otro remanso que fue Capelo; lo que junto a sus viajes, su curiosidad y sus lecturas, dotaron a su imaginario de ecos y resonancias que lo han distinguido nítidamente de los narradores de su generación. Ahora, en su madurez, no ha cejado en su designio y, por ello, inventa, recrea y nos deslumbra con el rico universo literario de sus novelas y cuentos: un complejo tejido narrativo asentado en una ciudad convulsa y pertinaz.

Su personalísima voz es reconocible por toda una zaga de personajes profundamente enigmáticos. De viejas casonas y portones que parecen desmantelados por el tiempo; de voces e historias suspendidas en el relato como una viga a punto de derrumbarse; de paisajes desolados y ciudades decadentes; de un aire colmado de rituales y devaneos eróticos; de frases trabajadas con una morosa ambigüedad; de seres como alucinados, que se debaten entre la memoria y el desencanto; en fin, de todo ese su universo conjetural y evanescente.

El vuelo a lo largo de su obra es, por tanto, literatura en estado puro, o lo que es lo mismo, el sustrato de sus experiencias y su particular imaginación pasados por el tamiz del lenguaje. He aquí una apuesta, en la que Vásconez rescata los mundos genuinos y el buen decir frente a la actual literatura del país con su nueva novela, ‘La otra muerte del doctor’ (Alfaguara 2012). Un relato en el que Kronz retorna como personaje central (después de ‘El viajero de Praga’), y con mano precisa narra un viaje por los entresijos de dos geografías, de dos mundos virtualmente opuestos, y entre mitos, luces y sombras nos enfrenta a las perturbadoras situaciones que soportan sus personajes, dentro de una trama existencial vertiginosa y circundante.

Javier Vásconez prosigue así, incansable, su andadura literaria y nos recuerda lo mejor de ese linaje de fabuladores que acometen a sus lectores provocándolos, en sus libros y en esta conversación.

Quienes conocemos la vida cotidiana deKronz nos preguntamos, ¿dónde podría estar ahora?

Supongo que está en su casa de La Floresta a punto de darle leche al gato. O quizás esté regando su colección de bonsáis.

¿Su obsesión por los viajes revela esas ansias de libertad o quizás de escape?

Mi relación con los viajes empezó en la infancia. Allí había un montón de mapas, y yo recorría con el dedo los distintos países en una bola del mundo. Un día me pregunté, ¿por qué no convertir esa fantasía en literatura? No creo que uno obtenga ninguna libertad en los viajes. Para mí es solo la manera más refinada de agudizar los sentidos, y también de estar felizmente solo. A diferencia de en ‘El viajero de Praga’, en esta novela Kronz no va a Nueva York en busca de la libertad ni de lo desconocido, sino que el pasado parece volver fatalmente a él…

En ‘La otra muerte del doctor’ vemos a Kronz tocado por el amor. ¿Quiere con ello reflejar lo más vulnerable?

Efectivamente, hay una historia de amor colmada de alcohol, poemas, niebla, conejos y niños desaparecidos. El amor nos vuelve a todos vulnerables, y Kronz no se escapa a esa regla.

Las piedras que refiere en la novela, ¿son una manifestación de los cambios que se irán dando en sus personajes o un mensaje oculto que es preciso descifrar?

Por mucho tiempo me ha acompañado la visión de Virginia Woolf llenándose de piedras los bolsillos antes de hundirse en el río para suicidarse. Pero las piedras de Cecilia no la conducen a la muerte, sino que más bien son símbolos de humildad, de pertenencia y de arraigo con el lugar en el que habita.

¿Por qué ese vínculo arbitrario entre el páramo y Nueva York?

Quizás era necesario que los extremos se tocaran en la novela, el páramo casi deshabitado en oposición al fragor de la gran ciudad. La historia se armó sola, llegó como un sueño a mi mente. Lo primero que vi fue rastros de sangre sobre la nieve en una calle de Nueva York, luego al muchacho corriendo con la pistola, y también a los conejos ocultos entre la niebla. El páramo está alejado de la vida, es un lugar inhóspito. En cambio, Nueva York representa la intensidad del instante.

¿La intensidad del instante o la soledad inhóspita? ¿Esta no es más bien una propuesta de idénticos destinos, de encuentros de una misma causalidad?

La soledad nunca es inhóspita para Kronz. Porque es el tipo de solitario capaz de ver lo que tarda un bonsái en crecer, o de reconocer a un enfermo. Kronz es un viajero. Cecilia es una emigrante, pero tanto ella como Lionel están allí, aguardándolo, para recordarle su pasado.

La portada parece ser un reflejo de la novela, cuéntenos sobre esta coincidencia estética.

Una amiga me envió unos dibujos de escritores. Encontré uno de Zelda Fitzgerald, la esposa del escritor. El dibujo me fascinó desde el primer momento. Es muy delicado, de colores suaves, misteriosos, aparece Nueva York como a través del cristal de una ventana. Tuve la impresión de que encajaba para la portada de la novela, incluso descubrí mi nombre en el lado izquierdo. Xavier. Me gustó la idea de creer que Zelda se había anticipado a la edición de ‘La otra muerte del doctor’, así que me puse en contacto con la curadora del museo y a los pocos días llegó el dibujo desde Nueva York hasta este páramo…

Hoja de vida

Nació en Quito,  en 1946. Escritor y editor; realizó estudios de Literatura en la Universidad de Navarra, España. Y posteriormente estudió en París.
En 1982 inició  su trayectoria narrativa con ‘Ciudad lejana’. Escribe novela y  el cuento. Es uno de los narradores contemporáneos más importantes del país.

Otras apariciones del doctor

Título:   ‘El hombre de la mirada oblicua’
Año:  1989  
Editorial:  Ediciones Librimundi

En este libro se halla la primera aparición de  Josef Kronz en  el universo literario de Javier Vásconez. El doctor ingresa en   uno de los relatos que integra este volumen, el cuento ‘El jockey y el mar’: el inicio de una relación de letras y complicidades.

Título:   ‘El viajero de Praga’
Año:  1996  
Editorial: Alfaguara -  Prisa

Una novela sobre el pasado y la andadura  del doctor Josef Kronz, médico checo que salió del misterio de su pasado,  para  emprender un viaje desde Praga hasta refugiarse bajo la lluvia de los Andes. El viaje, el amor, la identidad y el dolor son algunos temas.   

Título:  ‘La sombra del apostador’
Año:  1999
Editorial: Punto de Lectura - Prisa

Junto con personajes inolvidables como Sofía y Roldán, el Dr. Kronz es otro de los que pueblan las páginas de esta novela que se desarrolla entre intriga y las carreras de caballos. Asimismo, en ‘La piel del miedo’ (2010) el doctor parece junto al protagonista.

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