Un niño de cuatro años descubre un violín y sabe que nunca podrá desprenderse de él. Será su vida. Pocos meses más tarde, el mismo niño contrae poliomielitis y a causa de eso es condenado a usar muletas y a trasladarse en silla de ruedas. Para siempre.
Así comienza la aventura en la vida de Itzhak Perlman (Tel Aviv, 31 de agosto de 1945), uno de los más extraordinarios violinistas de nuestro tiempo, cuya técnica y carisma causan admiración y congregan a miles en sus conciertos.
Tales recuerdos fueron recogidos en el documental ‘Virtuoso violinista (I know I played every note)’, perfil íntimo del genio precoz dirigido por Christopher Tupen hace tres décadas y quizás el primer emplazamiento de Perlman con el cine, arte que lo llevó recientemente a Chile para dos conciertos dedicados a música de películas junto a la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de Praga y bajo la dirección de Nic Raine.
Los vínculos de Perlman con el mundo de las bandas sonoras, el écran y la televisión tienen ya años. Fue en los 70 cuando comenzó a aparecer en espacios como ‘The tonight show’ y ‘Plaza Sésamo’, y hasta en el programa de David Letterman. También se hizo habitual de la Casa Blanca, donde tocó para la reina Isabel II en el 2007 y para la posesión de Obama en el 2009. Pero el nexo definitivo con el Séptimo Arte se produjo en 1993, cuando fue el violín solista de ‘La lista de Schindler’, la película de Spielberg con música de John Williams, quien también estuvo detrás suyo en ‘Memorias de una geisha’.
“Para mí, la banda sonora de ‘La lista de Schindler’ es excepcional. Yo sé que fue escrita para una película, pero la uso en mis recitales como una pieza de música clásica, y resulta muy exitosa. Todo depende de la forma cómo se la ejecuta”, asegura.
A la pregunta de si una banda sonora puede ser entendida profundamente y apreciada por sí misma sin la película como referente, él responde: “Todo depende del compositor. Con Williams sucede, pues él es extraordinario. Escribe cómo se hacía antes y por eso su música está tan bien hecha. Pareciera como si la hubiera hecho a mi medida, al modo de los compositores de antes que sabían qué intérpretes tendrían que ejecutar su partitura y, por tanto, se adecuaban a ellos”.
¿Por qué un músico clásico, hace conciertos multitudinarios con música de películas? Se preguntan algunos. Él dice que porque muchas de esas partituras forman parte de la vida de la gente. “Pero es solo una de las cosas que hago”. Perlman alterna su trabajo como violinista con el de director y el de maestro. Enseña desde hace años en la Juilliard School de Nueva York y también en Shelter Island, su casa de veraneo en Long Island, donde con su mujer, Toby (también violinista y con quien tiene cinco hijos), fundó el Perlman Music Program.
Recientemente ha dicho que entre sus compositores de música de películas favoritos está “sin duda John Williams. ‘La lista de Schindler’ es una de mis bandas sonoras favoritas y también ‘E.T.’. Son de esas piezas que cuando las escuchas vuelve a ti el ánimo general de la película y uno puede vivir todo de nuevo, intensamente. Por eso, el efecto que tienen las bandas sonoras en el público”.
La dirección fue algo que le costó decidirse a desarrollar. Él no cree en el poder de un maestro frente a su conjunto, pero sí en la persuasión y en la capacidad de comunicar lo que se quiere: “Hay que saber entregar tus ideas. Dar clases ayuda a mejorar esto; existen estupendas orquestas que a veces no suenan bien con determinado director”.
Más que director se siente músico: “No puedo dedicarme sólo a dirigir. Tengo que tocar, tengo que enseñar…”. Es por eso que siempre será violinista, a secas.