A propósito del taller de improvisación teatral que imparte toda esta semana en el Centro Cultural Sarao de Guayaquil, el improvisador español Paco Barcia conversó con EL COMERCIO sobre esta práctica.
La improvisación teatral en Ecuador ha sido considerada únicamente como técnica de entrenamiento actoral, pero no ha logrado aún consolidarse como un género independiente, como una propuesta en sí misma. La escena local todavía no cuenta con una oferta continua de este tipo de espectáculos. En Guayaquil, por ejemplo, están las propuestas aisladas de Fabricio Mantilla, quien suele hacer unipersonales. Además, están las piezas colectivas del grupo Fantoche.
Barcia cree que el desconocimiento de la improvisación como un género independiente y su consecuente escasa oferta de espectáculos en el país se debe a la relativa ‘juventud’ de la técnica (surgió a mediados del siglo XX gracias al inglés Keith Johnstone). Se diferencia del resto del teatro debido a que las improvisaciones carecen de un texto: se basan en la espontaneidad y naturalidad de los actores para armar, en escena y con la complicidad del público, una historia. Por otro lado, esta se nutre de principios escénicos básicos como vocalización, movimiento corporal, manejo del espacio y también de la comunicación.
Programas de comedia improvisada como ‘Whose Line is it anyway’ -transmitido en los canales Channel 4 (Inglaterra) y ABC (EE.UU.)- procuran que este género salga del injusto anonimato, con improvisadores profesionales como Ryan Stiles y Colin Mochrie. Sin embargo, Barcia tiene un reparo al respecto. “Se ha quedado en la comedia. Puede dar la falsa noción de que la improvisación solo busca el intercambio de ideas rápidas, hacer reír, cuando hay otras ramificaciones como la dramática”.
Barcia cree que el improvisador debe destinar sus esfuerzos a la elaboración de una historia y no estar pendiente de la risa del público (mala práctica heredada, según él, de los Match de Improvisación, donde los participantes requieren de la aceptación de los espectadores para adquirir votos y ganar las partidas).
Uno de los principios que Barcia inculca en sus talleres -y que es la base del género- es la aceptación. “Para que una historia avance, el improvisador debe aceptar la propuesta que le hace el compañero en escena. Si no, la trama se queda estancada”, dice Barcia, quien en España trabajó esa técnica con el grupo Pirómano Teatro e integró la Liga Granadina de Match de Improvisación.
La aceptación es también un antídoto contra la autocensura y los obstáculos creativos. “El improvisador debe ser un escuchador nato. No debe cerrarse en su propuesta e intentar llevarla hasta el final para concretarla. Hay que escuchar al compañero, estar abierto a lo que diga para construir una historia grupal en base a mutuas aceptaciones”.
Otro de los estigmas con los que ha tenido que lidiar este género es de corte social. En el errado imaginario común, entre las acepciones que se le ha dado al término ‘improvisación’ es el de “poca preparación”. Sin embargo, Barcia advierte que este concepto no debería llevarse a terreno escénico ya que en el caso de la improvisación teatral, si bien no se ensaya un texto, se entrenan destrezas para elaborar historias . “Hay que diferenciar entre improvisación y la falta de preparación”, dice.
Eso sí, como lo recuerda Barcia, la mejor acusación que se le puede lanzar a un improvisador es decirle que su historia ha sido ensayada con anticipación. “Es el mejor piropo que nos pueden hacer porque significa que todo ha sido natural, que hemos realizado bien nuestro trabajo”, concluye.
_El personaje Actor, narrador oral e improvisador español. Barcia lleva 15 años involucrado en las artes escénicas. En España, ha dirigido y actuado en las agrupaciones Adversus Teatro y Pirómano Teatro. En los laboratorios de esos grupos ha creado formatos de improvisación.