Una nariz roja de plástico llama la atención en medio de la oscuridad del teatro Sucre de Cuenca. Allí las miradas de las decenas de niños asistentes están inquietas, porque su objetivo es descubrir quién realiza aquellos movimientos.
En segundos, los niños se dan cuenta de que aquella nariz es del actor chileno Víctor Quiroga, quien en el marco del Festival Escenarios del Mundo presentó la obra de clown ‘Alegretto’.
Quiroga, de 45 años, siempre lleva puesta su nariz roja. Así lo hizo en el día de su matrimonio eclesiástico y también lo hace cuando recibe un premio.
Para el actor chileno, quien por primera vez visita la capital azuaya junto a su familia, con quienes además conforma la agrupación El Faro, es importante que el humor esté presente en todas las actividades sociales.
Quiroga ha hecho del humor su profesión. Y se lo toma en serio: apenas empezó actuar en el teatro Sucre se empezaron a escuchar carcajadas. El juego de sus manos al tratar de leer una partitura y envolverse en una cinta fue el inicio de una serie de juegos.
Ese gusto que transmite en las tablas por la música, también lo demuestra mientras camina por las calles del Centro Histórico de Cuenca; al escuchar una melodía rockera, alza sus manos y da la impresión de que va a bailar.
En estos 20 años de carrera, dice que a través de sus estudios, ha logrado que el humor sea la herramienta para conectarse con las personas. Sus ojos verdes vivaces miran con atención a Pamela Ordóñez, de 6 años, a quien invita a bailar en el escenario.
Al actor chileno no solo le gusta bailar mientras trabaja, sino en los bares de los países que visita: “es un espacio para conocer y aprender”. Las risas no dejan de escucharse en los 90 minutos de espectáculo. Su hija Paloma, quien también actúa en ‘Alegretto’, dice que su papá es un “payaso”, que le aconseja que convierta al sentido del humor en su motor.
Otro de los espacios en los que Quiroga comparte su pasión es el taller de clown que ofrece a estudiantes. Allí, la primera orden es que se coloquen la nariz.
Él esta convencido que el humor hay que sentirlo y conectarlo con cada actividad y romper esquemas, como por ejemplo ese de creer que la risa es sinónimo de informalidad o de seriedad y falta de profesionalismo.
Quiroga no deja de bromear mientras comparte la plática y disfruta de una taza de chocolate.