Tiene 22 años y le apasiona la composición. Darien Brito estudia música desde los 14 y ahora le esperan cinco años de estudios en el Conservatorio Real de La Haya, Holanda. El joven estudia ahora en el Conservatorio Franz Liszt, en donde este mes ganó un premio por su destacado rendimiento, que cubrirá el pasaje para iniciar su nuevo reto académico.A Darien no le gustan las cosas fáciles. Su profesor de violín, Felipe Cisternas, afirma que en medio de un problema, su alumno nunca se va por una solución fácil. “Es bastante constante y exigente consigo mismo”, asegura. Pero cree que una de las mayores virtudes del músico es que polifacético. “Puede hacer música, componer, tocar el violín, hacer cosas relativas a la literatura. El que tenga más de una inquietud lo vuelve una persona flexible”.
Pese a su corta edad, Darien tiene muy claro el panorama. Ha ahorrado algo de dinero de sus tocadas con la banda Nuages, de jazz gitano, y escribió un ensayo sobre el libro ‘Veinte’, de Rafael Lugo, para reunir lo que necesita. Su carrera cuesta aproximadamente USD 10 000 anuales, pero después del primer año podrá aplicar para una beca.
El músico cree que la interpretación musical tiene su veta creativa, pero se siente más apto para componer. Asumió como un interesente reto audicionar para especializarse en la composición, un mundo que le fascina, en este prestigioso centro educativo.
El joven admite que tocar un instrumento es muy difícil y se tiene que empezar muy temprano. “Para mí siempre ha sido bastante complejo estudiar violín. No ha sido muy placentero la verdad”.
En su casa la música no era una prioridad, pues había más bien una inclinación hacia la literatura. Pero en algún momento, el joven compositor encontró en la música su forma de expresión.
Hoy, la Filarmónica de Docentes de la Juventud Ecuatoriana, bajo la dirección de Patricio Aizaga, estrenará su Rapsodia para Orquesta Dáctilo. Explica que un dáctilo es “un ritmo, un pie métrico grecolatino y que consiste en un tiempo largo y dos breves”. Allí, Darien busca trocar ese pie métrico, en principio invertido. “Una melodía construida en cuartas, que está siempre sonando, hace que gire el motivo”.
Con ayuda de la directora Sofía Izurieta y de sus compañeros del Franz Liszt, el joven grabó una obra para dos pianos, otra para ensamble de cuerdas y un ‘lead’ para soprano y piano, que se convirtieron en su pasaporte a Holanda.
La emoción es grande ahora que se acerca su viaje. “En este siglo hay mucha gente componiendo, se permiten muchas cosas antes imposibles, pero buscar algo significativo, sustancial, algo que cambie en alguna forma algo es bastante difícil de crear”. Y ese es el reto que ahora se plantea.
Músicos en el exterior
Anualmente, el Conservatorio Franz Liszt entrega un premio a alumnos destacados. Violinistas como Pedro Park, Simón Gangotena o Andrés Camacho han ido a festivales, campamentos o cursos en el extranjero al ganar en el mes Franz Liszt. También pianistas como David Jaramillo y Esteban Gavilanes han viajado al extranjero.
Actualmente, hay además un grupo de músicos que fue parte del Conservatorio Nacional de Música que está estudiando fuera del país gracias a haber ganado becas. Está el caso, por ejemplo, de Moisés Pauta. Él se ganó el derecho a integrar la Orquesta de las Américas, en Venezuela.
Patricia Maya está en el Conservatorio de Buenos Aries y en el Instituto Superior de Artes. Además, es parte de la Orquesta Juvenil de la ciudad. Cristian Orozco está estudiando percusión en Ucrania y Mónica Navas, en la Universidad Tatui, en Brasil.