E el rosetón de la Catedral de La Inmaculada de Cuenca, una de las más grandes obras del vitralista español Guillermo Larrazábal, es lo que muestra el libro ‘30 años hacia la luz’, del historiador español José Carlos Arias, que se presentó en el Museo Pumapungo, de la capital azuaya.
La publicación se realizó con el apoyo de la Embajada de España, el Ministerio de Cultura y Diners Club. Junto con el lanzamiento se inauguró la exposición de bocetos, óleos y fotografías del artista español en los museos Pumapungo y de Arte Moderno y en la Galería Larrazábal.
Durante un año, Arias recorrió Loja, Ambato, Guayaquil, Cuenca y otras ciudades del país, donde están las obras de Larrazábal, quien llegó en 1955 al país para realizar los vitrales de la Catedral de La Inmaculada. El historiador investigó más de 500 obras que el vitralista realizó en 89 lugares del Ecuador. En el libro de formato A3, full color, se muestra la labor del español. Los textos explican la destreza de Larrazábal, quien concebía su obra primero en su imaginación, luego en papel y finalmente sobre los cristales.
Arias describe a la técnica de Larrazábal como única, puesto que realizaba sus obras por el lado negativo del vidrio, “la mezcla de los colores era tan perfecta que lograba que la luz solar ingresara por el vitral e iluminara el lugar”. Larrazábal plasmaba en sus creaciones lo científico y espiritual de su personalidad. Arias lo califica como un alquimista.
Este libro también muestra la parte humana de Larrazábal y su encanto de vivir en Cuenca. La acuarelista Eudoxia Estrella, esposa del vitralista, fue parte del trabajo e ilustró cada capítulo con una pintura de la identidad de los pueblos. Estrella dice que Larrazábal era apasionado por su trabajo, dedicaba largas jornadas para hacer sus vitrales. “No había ningún misterio en su obra porque encontró aquella luz especial que plasmó en sus trabajos”.
Arias no deja de sonreír, como señal de hallarse complacido, de que su objetivo se cumpla: que el legado deLarrazábal sea conocido y se conserve. En su recorrido constató que muchas piezas están deterioradas y en otros casos perdidas, como en los poblados de Gonzanamá y Celica.
Entre la muestra están imágenes de San Pedro, Santo Tomás y San José; también se incluyen cuadros en acuarela, en los que el vitralista definía cómo se estructuraba su obra en vidrio. También se exhiben óleos y fotografías. Pedro Cueva, curador de la muestra, dice que es la primera vez que se abre al público una exhibición completa de este creador.