Existen varias razones que empujan a los intelectuales a vivir en el exilio. Convicciones políticas, represión, violencia o persecución por parte de regímenes autoritarios constituyen la larga lista de motivos por los cuales grandes personajes de la literatura se han visto obligados a dejar su terruño y buscar mejores días lejos de su país.
Juan Gelman, poeta y escritor argentino fallecido el 14 de enero de 2014, decía que “el exilio produce una profunda sensación de desamparo, de vivir a la intemperie”. Y él lo vivió en carne propia. Cuando se encontraba en una misión de relaciones públicas y denuncias sobre la violación de los derechos humanos en Roma, en el periodo entre 1975-1976, tuvo que enfrentarse a la dura realidad del golpe de Estado en su país. Esto lo obligó a permanecer fuera de Argentina durante el resto de su vida y moverse entre Roma, Madrid, Managua, París, Nueva York y México.
Las vicisitudes y penurias lo llevaron a escribir grandes obras en los años ochentas. ‘Anunciaciones’ (1988), ‘Interrupciones I’ (1988), ‘Interrupciones II’ (1988) y ‘Carta a mi madre’ (1989) fueron pilares fundamentales de su literatura. ‘Carta a mi madre’ es un grito desgarrador contra el destierro, donde plasmó todos los sentimientos de nostalgia y tristeza. El poeta intentó obtener un pasaporte falso para visitar a su madre antes de su muerte. Nunca lo consiguió.
Y, al parecer, esta es una de muchas historias que tuvieron que vivir poetas, escritores e intelectuales del siglo pasado. El exilio marcó sus vidas. Las dictaduras militares de América del Sur en la década de los 70 y los ‘Tres exilios’ en España -1936, 1939, 1950- sembraron una actitud contestaria en contra de los regímenes.
En esto coincide Raúl Serrano, director del área de letras de la Universidad Andina, y afirma que el exilio -un término ambivalente-, “no solo se expresa dentro del ámbito político en el exterior sino que se manifiesta dentro del país de origen”. Así, cita los casos de Jorge Donoso (Chile 1924) y Rodolfo Walsh (Argentina 1927), quienes mantuvieron una actitud de resistencia en la época de las dictaduras. “Siempre han sabido responder”, afirma.
Otro de los íconos de las letras latinoamericanas que tuvo una relación cercana con el exilio fue Julio Cortázar (Argentina, 1914). El ausentismo nunca le significó un distanciamiento de los problemas de su país, incluso reformuló el sentido del exilio para verlo como algo positivo. “Esa visión extrema del exilio como pura infamia y puro desprecio, me ha llevado paradójicamente a invertir totalmente su signo, a asumirlo como positividad, como un valor y no como una privación”, afirmó en 1984.
Publicó obras con alto contenido histórico-político que, en sus palabras, “provocaron la cólera de la Junta Militar argentina”. Por ejemplo, los cuentos ‘Segunda vez’, ‘Apocalipsis de Solentiname’ y; posteriormente, ‘Reunión’, ‘Sobremesa’, ‘Graffiti’, ‘Satarsa’, entre otros.
La odisea del exilio también salpicó a dos grandes de la poesía del cono sur. Pablo Neruda (Chile 1904) y Mario Benedetti (Uruguay 1920) tuvieron su propio periplo fuera del país que los vio nacer.
Pablo Neruda tuvo que realizar una larga travesía para llegar a Argentina luego de la persecución política de 1949, en Chile. Llegó a París, escudado en el anonimato, gracias a la ayuda de Pablo Picasso y otros amigos. Allí ejerció su actividad como miembro del Consejo Mundial de la Paz. Regresó a su nación en 1952, y emprendió una carrera política.
Diez largos años tuvo que vivir en tierras ajenas el poeta uruguayo Mario Benedetti. A raíz del Golpe de Estado de 1973, parte hacia el exilio a Argentina y luego a Perú, donde fue detenido y deportado. Después se refugió en Cuba y, finalmente en España. En esta época colaboró para el diario español El País. En 1983 regresó a Uruguay, donde vivió el periodo denominado ‘desexilio’, en el cual publicó gran parte de su obra.
La literatura ibérica tuvo un capítulo aparte en relación con el exilio, marcado por tres etapas; que las recoge Carlos Sáez en su obra ‘La Literatura del exilio’. La primera en 1936, donde Ortega y Gasset, Pío Baroja y Pérez de Ayala huyen de la Guerra Civil española. Luego, en 1939, hubo otra oleada debido a la represión política. Y, finalmente, desde 1950, los autores enfrentados políticamente con el régimen abandonan España; Fernando Arrabal y Juan Goytisolo, por ejemplo.