La balletista Esperanza Cruz obtuvo el Premio Nacional Eugenio Espejo, en Actividades Artísticas.
¿El Premio Eugenio Espejo fue una sorpresa para usted?No lo esperaba ni lo trabajé. He guardado una experiencia bonita de esto, tengo cartas de alumnas de hace 40 años; en Quito estaba Estuardo Maldonado que empezó a pintar cuando yo empecé a bailar, y una chica que fue mi alumna y ahora es ministra. Me hace bien porque estamos viviendo una época muy materialista y la parte artística se queda olvidada. Esto me despertó esa ilusión y floreció otra vez la bailarina…
¿Ese es su premio?
Para mí sí, el volver a retomar eso. Siempre me preguntaban cómo era el ballet en esa época; es un arte muy fino y delicado, como tocar piano y violín.
¿Qué pasó con el ballet desde esa época hasta ahora?
Ahora está muy realista, en el sentido que baila todo el mundo. En mi tiempo se escogía un biotipo, aunque ahora también, pero antes se respetaba más ese patrón de tipo biológico, si se iba a trabajar en el ballet clásico puro.
¿El ballet clásico tiene plena vigencia?
La vida está muy difícil para sostener una escuela de ballet con todo lo que necesite, con todos sus implementos. Antes, las grandes compañías de ballet de Bolshoi, de Leningrado, de Londres… tenían estrellas del ballet que hicieron época, pero ahora no caben.
¿Qué tantos seguidores tiene el ballet en Ecuador?
Hay más academias que en mi época. Tienen el apoyo de los padres que pagan las clases, pero no hay una escuela oficial que pague el Estado. La Casa de la Cultura, como entidad autónoma, siempre mantuvo su escuela.
¿Qué siente una bailarina?
Es transmitir la música que está escuchando a través de los movimientos. En mi tiempo, ahora no sé. Pero un artista debe ser una persona que posee una sensibilidad diferente al común; tiene algo más que dar, y lo hace en el momento de interpretar…
¿Cree que el artista actual tiene esa sensibilidad o se ha comercializado todo?
Tendría que decir que dadas las circunstancias la gente hace comercio de todo. Hay bailarines en zancos, en piruetas, pero ya no hay la sensibilidad exquisita de aquel tiempo. Mi maestra decía: si puedes dar en un instante con lo que haces felicidad a alguien, siéntete feliz, es lo que debes dar.
¿Cuál es el mensaje que transmite a sus alumnas?
El amor siempre por lo bello. En religión Dios es lo perfecto; en arte es lo bello. Siempre amé la matemática, la física, es decir lo preciso. En ballet me encanta una pierna bien estirada, un paso bien logrado, un pie hermoso… Les inculco a mis alumnas: en religión su cuerpo es la morada del Espíritu Santo, pero también es el instrumento para transmitir las emociones que sienten. El bailarín es el instrumento del coreógrafo.