Fulanos, Sutanos, Pericos de los Palotes. Son personajes sin nombre, sin edad, sin clase social, anónimos. Somos todos y ninguno al mismo tiempo.
En la obra ‘Fulanos’ de la Compañía del Circo La Arena de Argentina, que ofreció funciones diarias desde el miércoles hasta la noche del domingo en el Teatro Sánchez Aguilar de Samborondón, estos seres sin identidad se enamoran, tienen sueños, miedos, vergüenzas, alegrías, frustraciones. Son seis acróbatas que emplean el mismo número de escaleras. Estas les abren un sinnúmero de mágicas posibilidades acrobáticas y, a la vez, narrativas.
Son escaleras que se transforman en máquinas para hacer ejercicios, en laberintos, en postas de atletismo, en puentes angostos, en rieles de tren, en cercamientos para granja, en balcones enamoradizos tipo Romeo y Julieta. Existe una poética del movimiento llevada a cabo por artistas de circo que, como si esto fuera poco, también son acróbatas, actores y bailarines. Las piruetas que realizan son de grueso calibre.
Una voz en ‘off’, ronca a ratos, conduce la narración: “Los fulanos se enamoran. Cuando se enamoran, se ruborizan. Cuando se ruborizan, sienten que todo el cielo se pone rojo”. En ese momento aparecen dos acróbatas de diferente sexo. Interpretan a dos (¿adolescentes?, ¿adultos?) que se enamoran de un primer y potente flechazo. Se apagan las luces, una luz rojiza los ilumina. La pista musical de tipo romántica que hasta entonces primaba, se interrumpe abruptamente por música de corte circense cuando aparecen los demás acróbatas para hacer mofa de la escena. Las escaleras, en ese momento, se convierten en paredes, en cercos, en piedras que impiden la tan anhelada ejecución del beso por parte de los patéticos enamorados.
También está la memorable escena en la que un acróbata monta una escalera y la intenta dominar como si se tratase de un concurso de monta-toros salvajes del Viejo Oeste. La escalera, que está sostenida en el aire con arneses, lo eleva, lo sacude hacia los lados, le hace dar vueltas y, cuando parecía que finalmente vencería al actor, este retoma el control.
La dirección está a cargo de Gerardo Hochman. En el elenco: Lucio Baglivo, Carolina Della Negra, Luciano Martín, Luciana Mosca, Matías Plaul y Florencia Valeri. Vestuario de Laura Molina, escenografía de Marcelo Valiente; iluminación de Eli Sirlin; coreografía de Teresa Duggan; y la música de Edu Zvetelman. La propuesta escénica, estrenada en Argentina en el 2004, ha ganado varios premios de teatro.