Escuchar a Eduardo Milán es hundirse en un río, es dejarse arrastrar por una corriente de palabras, referencias, nombres, conocimiento y, sobre todo, poesía.Cuando habla, siempre hay algo detrás, hasta la dubitación se carga de teoría y reflexión. Y aunque en el vado nos hallemos, no podemos sino sumergirnos y, así, agarrar algo de ese inmenso caudal.
Charlamos con él, en su paso por Quito, antes de que viajase a Cuenca, donde dicta el seminario Poéticas de la crisis. El viernes 30 volverá a la capital para, en el Centro Cultural Benjamín Carrión, dar la conferencia Poesía latinoamericana: una cierta intempestividad, una cierta actualidad, una cierta memoria.
Su relación con Ecuador viene por “uno de los grandes intelectuales latinoamericanos”: Bolívar Echeverría. También, de haber llegado a algunos poetas de acá, como Jorge Carrera Andrade o Adoum, pero aclara, agudo: “No fue Adoum lo que me motivó el interés por Ecuador, sino la cabeza de Bolívar que era infinitamente superior a la de Adoum”.
De los actuales, menciona a pocos; reconoce no estar familiarizado con la escritura ecuatoriana actual, pero le interesa el país en un proceso de integración regional, pues -dice- Ecuador es fundamental para empezar a hablar de otra Latinoamérica.
Y así empieza a soltar el ovillo de la poesía latinoamericana, de su condición y de sus momentos. Antes señala que hay una tendencia en colocar a la poesía latinoamericana desde un punto de vista de la alteridad, sobre todo, con España. Pero Milán, lúcido y lúdico, salta entre períodos y se propone conflictos. “Rubén Darío liberó poéticamente a Latinoamérica, pues todo lo anterior es deudor de poéticas europeas”. Darío es -afirma- poesía del lenguaje en conflicto; en el preliminar de ‘Prosas profanas’ dice que, de haber poesía en nuestra América, estaría en las ruinas incas, en Palenque y lo demás lo dejaba para el demócrata Walt Whitman. “Era genial y no por la ‘Sonatina’ que nos cantaban las tías, sino porque tuvo conciencia de su topos”.
Para hablar de la condición de la poesía latinoamericana Milán además se refiere a las características de los poetas estadounidenses (también sus predilectos). Así señala que nosotros, como herederos de Europa, escribimos poesía en un lenguaje minado por su propia duda, donde el signo no coincide con la cosa y el poeta transgrede la norma; mientras que los norteamericanos rara vez se hallan en profundizaciones metalingüísticas, porque creen en la experiencia y que palabra y cosa son lo mismo. “Ellos son pragmáticos; nosotros pertenecemos al aparato del conceptualismo filosófico”.
Mientras reflexiona, en el devenir de ese río que sale por su boca, aparecen el García Lorca del ‘Poeta en Nueva York’; el Neruda de la ‘Residencia en la tierra’; el ‘cholo’ Vallejo; el “intocable” Nicanor Parra; y los tres regalos que su Uruguay le dio a Francia: Isidore Ducasse, Jules Laforgue y Jules Supervielle.
En sus creaciones, Milán no se limita por fronteras líricas. Piensa que como época no tenemos imagen y, por lo tanto, no hay solo una poesía lírica sino una que se hace de muchas maneras. Entonces se pregunta, si esto es una crisis, o ya es un cambio; ante ello se plantea, satisfecho, que “la poesía es un estado de crisis permanente”.
Odia la repetición de formas del pasado en el presente; pues las formas se deben a una época. Piensa que esta época no tiene forma, porque no hay una imagen del mundo, sino una imagen fragmentaria, que no fija lo que ocurre, sino que fija un rastro o una ausencia. Y recuerda a Rimbaud y eso de que la poesía es “fijar vértigos”, es “lidiar con el imposible”. No como sucede con la poesía de ahora, que “en un 80 por ciento es insufrible y previsible porque es totalmente posible”
Entonces, Raúl Pacheco, del CCBC, cómplice de la conversación, cuestiona a Milán sobre si el hecho poético debe apelar a una reactivación de lo utópico y Milán responde que la poesía es disenso. Es algo que no se presta a lo que Milán llama el acuerdo benedettiano, el acuerdo con el lector: te doy lo que tú quieres y tú me mantienes en circulación.
Para el poeta y crítico, en un nivel de emergencia aparecen todas las contradicciones y por eso es importante que en el momento actual, la gente salga a las calles. De ahí -considera- nace la literatura, y no por decisión académica, o en congresos y festivales de poesía. Milán ve la literatura como un proceso en construcción: tiene que estar constantemente preguntando y repensando sobre la historia, sobre la memoria. “Una cultura sin conciencia crítica está al borde de la muerte: los monumentos de mármol y mausoleos, los nombres en calles y plazas, no sirven para nada , a lo sumo son testimonio de que los muertos coexisten con los vivos”.
Y en ese mismo talante crítico, Milán suelta que ahora no hay una reflexión sobre el presente, que ya no quedan poetas pensadores, que la reflexión no tiene el prestigio que sí tiene el acto creativo sin referencias ni asideros, “es como si viviéramos un momento performático de la cultura”.
Para tratar de la presencia del habla en la poesía, Milán cita a Mallarmé: “Hay que darle un sentido más puro a las palabras de la tribu”. El lenguaje coloquial no es la conversación sino lo que va por debajo. Y por debajo de su voz, en esta conversación, fluyeron miles de pensamientos que este espacio no puede contener. Pero, en contra del principio de Heráclito, esperamos que las aguas de este río sí pasen dos veces.
El dolor del desencanto está presente…
El dolor del desencanto está presente
en este párrafo. Parra,
fado de Portugal, gota
de saudade para no beber en labios
sino en vaso de vino, solo. Lo que resta de saúde
no lo resta el vaso ni sus labios húmedos:
lo resta la saudade, lo mejor de Portugal.
* * *
Se agita el corazón como si fuera
un órgano exterior clavado dentro.
Felices los niños que no saben lo que tienen
a ciencia cierta -sí lo que no tienen, por arte de magia.
Tristeza es descubrirse el corazón.
* * *
Es duro abandonar el concepto,
las cosas queridas de esta vida de cosas,
en favor de la palabra, en su apuesta.
La verdad, la razón, la mentira, el movimiento,
la flor, el buzón de la correspondencia, la máscara
y las cartas de amor que se introducen selladas
no son nada absolutamente si no hay palabra cerca.
No cosas, palabra cerca.
* * *
La memoria es una llama
que habita la casa de uno,
dos, tres, los que quieras
que habiten tu casa interna.
Hay dos casas: una interna
y una externa, esta última
es la fachada que detiene los ojos
y la lluvia. Es una llama encendida
que no se apaga. Puede no dejarte vivir.
Dentro de ti es alimento no siempre en buen estado.
Fuera es una fogata. Cuando la memoria sale
en general sale mal: prende fuego en los pinos,
en los techos, en la antenas, y, si hay azoteas,
ahí. En la cordillera está en calma,
impávida la llama,
su memoria ceremonial sumida en sí misma.
Cuando sale bien incendia lo incendiable
la presencia de la llama y su ausencia,
ambas fundidas en una, fulgurante
memoria de lo que no se cumplió.
* * *
¿Para quién habla uno?
Habla uno para uno, no para dos ni para tres.
Ni siquiera para uno:
para dos ojos brillando en la espesura..
Habla el esperma en la esperanza del hijo.
Uno habla para otro intangible que es llovizna,
no tocable, no moldeable por las manos de masa,
o tocable por palabras, tan afecto.
* * *
No más de un poema por vez.
Esta es la vez de la amada, marca
el tiempo lo que es: su hora,
hora del cuerpo. Cuerpo tiene el amor
-espíritu lo demás, y lo demás, demasiado- ~
cuerpo no siempre justo, a veces excede el cuerpo. r
Sede de la forma y de tí sed,
agua a la que nada falta -otra mentira:
¿le falta algo a la flor? Nada falta a la gacela,
llena de celo, completa. Abra,
al abra se le parece.
Veníamos rondando la idea de apertura
del tiempo en un lugar preciso: el abra,
ése es el lugar preciso,
no la palabra que tu cuerpo calla.
El amor cuando es amor no habla,
no necesita.
* * *
Ella oficia lo que oficia,
lo que la pica.
Dándole el sol un brillo jubiloso,
la luna le quita esplendor, la opaca
El día la mueve, en tanto
la noche, reposo, la obliga a posarse.
Se posa. Y es como una pájara
que espera, posada, al pájaro
que venga de una vez a la morada,
que le haga justicia en la tierra.
Que -que-que, vertical descendente,
ha venido el pájaro a hacerle justicia
A la posada, a la en la morada abierta.
Homenaje al lenguaje
Primera parte
*Ya pasó el tiempo en que me acercaba a ti como a un
almácigo. Entraba en tu ámbito extenso, casi
inconmensurable, más allá del contexto, como
quien entra más allá de sí mismo al páramo
donde se encuentra. Me quedaba mirándote sin
escribir, era como la misma hora siempre, era
como una paz
o una especie de paz. Desaparecían las tensiones. Era
como una especie de paz en extinción.
*No había árboles
pero tampoco guerra. Yo sabía que al entrar en ti, como
quien entra en tu lugar, no iba a ganar el premio. Y todo
lo que tenía encima me presionaba. El sol, siempre, es
una gran presión.
*Yo era los animales.
Yo era los animales pacificados
pero no por tu música sino por tu silencio. Por los
acordes que no oía, por las voces
que no escuchaba, hay una prolongación, muy extraña,
de rododendros. Yo logré ser -y ese es mi triunfo-
un silencio de los animales esperando de ti
o una especie, una señal.
*Estoy quitando dar,
estoy quitando dar al entrar en ti,
no estoy dando,
estoy quitándole a Gabriela,
estoy quitándole a Alejandro,
no soy, al entrar en ti,
mi segundo nombre. Amor, juegos contigo, miradas
al cielo -¿cómo es posible que existan estos árboles
sobre el cielo, tan ausentes de nosotros?-
No es que no los quiera: necesito pedir perdón.
Por eso entro.
*Dividí el mundo en dos, lo partí.
Están los que dan
y están los que no dan. Es muy simple.
Está el sol, ese huevo tan extraño que ya no
recuerda nada, y está la luna más extraña,
aún estando el sol, en su continuidad.
No recuerda su propia creación, su momento.
Y siento que una frontera me sigue.
*Yo no entraba en ti buscando poesía,
ni extraños frutos, ni paraíso, ni
manifestación. No tenía la menor idea
de lo que era una epifanía 0 un dejarse,
un caer. Entraba buscándote a ti.
La carne que me diste vino sola,
no pedida, como pulpa de Dios. Pero entonces
-yo no pedía nada, yo no sabía nada- ¿por qué
me culpo?
Segunda parte
* ¿La ausencia es mi centro?
¿Ese centro lo llena la escritura?
¿No lo llenan Gabriela,
Leonora, Andrés y Alejandro?
¿Pedirles que llenen mi ausencia
-si la ausencia es mi ausencia-
no es pedirles que me sirvan de soporte
para no caer?
¿La tristeza que siento cuando los veo
no es la tristeza por quererlos mediado por mi ausencia?
*Si la ausencia es mi ausencia
estoy identificado con lo que no está.
Si estoy identificado con lo que no está
de alguna manera no estoy.
¿Cómo querer si no estoy?
¿Qué me puede hacer estar
para volver a querer a los que quiero
sin verlos como a la distancia,
sin poder acercarme a ellos?
¿La escritura puede hacerme estar?
¿Es la escritura la asunción de la ausencia?
*La ausencia es un dolor
vuelto vacío, es un cambio
de centro: un centro que ya no está fuera
sino adentro.
Escribir es permitir
que la ausencia crezca
en sus dominios internos, que vaya
por sus propios fueros. Escribir
es reconocer el adentro, es
verlo.
Pero es un adentro que sale, se asoma
a la ventana, revela la ausencia.
*Olvidé durante mucho tiempo
que la palabra es de adentro,
enamorado tal vez de tanto verla fuera,
de tanto mundo que insiste en que la palabra es de afuera,
como si la palabra sólo comunicara
cuando la palabra no sólo es lazo.
Una palabra condenada a celebrar
o a condenar el mundo,
una palabra del mundo
no puede durar mucho tiempo.
*Una parte de la palabra
debe permanecer en su adentro.
Una parte de la palabra es secreto.
No sé si para toda la poesía:
para estos poemas.
Esa parte de la palabra que es secreto
protege su adentro.
Es la parte vigilante de la palabra,
la parte de la palabra que no habla,
su parte guardián de la frontera.
Es la parte-silencio de la palabra
que ya no escuchamos
empeñados en que la palabra hable por completo.
Olvidamos -olvidé- que el hombre-palabra
tiene una parte silencio.
El pájaro es todo el pájaro
pero la palabra no es toda palabra ella,
es parte silencio y parte habla.
Este es el aviso de la palabra:
silencio-aguas.
Gracias a Gabriela que me dijo:
«olvida todo y ponte a escribir.»
Esto es más o menos sincero.
Tercera parte
*Se puede bucear más,
siempre se puede más
averiguar los peces
del fondo.
Sin olvidar que parte
de la palabra es silencio.
*Ir allí
y volver
para que la memoria nazca
y muera el recuerdo.
Ir allí pero regresar a casa.
No olvidar por el camino que una parte
de la palabra es silencio.
*Ir a buscar el origen del dolor,
el prístino, el inmaculado o casi,
porque aún ese tiene rezagos de tiempo
como una cabeza coronada de polvo
o un sombrero cubierto de hojas verdes.
Es lo que queda del regreso: no olvidar
que parte de la palabra es silencio.
*Se puede parodiar al sol,
cómo no se va a poder decir que bien vale una parodia
el sol, una parodia que quema.
Parodiar esa garza por su pata
y por la otra que se dobla
explícita.
Es posible no entender una garza
sin olvidar que parte de la palabra es silencio.
*Es posible morder la mano
que te da de comer. Por justicia,
no por arrepentimiento.
Y dejar la mano intacta
sin la huella de los dientes.
Una vez es posible ser un perro.
Sin olvidar que una parte de la palabra es silencio.
No la más fiel, la más buena.
*Todo se puede en este mundo
a juzgar por los hechos
que no dejan mentir.
Esos hechos, los encargados
de frenar el exceso. El exceso,
esa cresta que en la aurora canta todo su Poder
es la potencia misma donde el abismo se expresa.
El exceso no cree en los hechos.
Olvida el exceso que parte de la palabra es silencio.
*Es posible ser sincero
pese al corazón expuesto
a la mordida del perro que pasa.
Siempre hay un perro que pasa
alrededor del sincero,
muy cerca, peligrosamente,
del corazón expuesto.
A tres pasos del estacionamiento,
en el cantero crece el ciruelo.
*Escrito esto,
pidiendo que no haya represalia
del destino cierto.
Con el dolor dicho,
con el pasado ausente,
con cierta paz, con esta noche
y para ella.
Ella es Gabriela.
Vengo a besarte por el detalle…
Vengo a besarte por el detalle
del roquefort en el sandwich.
No se te había ocurrido mezclarlo
con el jamón y el pan integral.
No importa que hayas interrumpido
aquella escritura incierta. En realidad
no iba a ninguna parte. Y sobre todo
(la noche caía con su linaje quebrado
sobre nosotros y sobre nuestros hijos)
era un pálido remedo de unas fresas
memorables. En cambio, este roquefort
derretido aún está vivo.
El dolor del desencanto está presente…
El dolor del desencanto está presente
en este párrafo. Parra,
fado de Portugal, gota
de saudade para no beber en labios
sino en vaso de vino, solo. Lo que resta de saúde
no lo resta el vaso ni sus labios húmedos:
lo resta la saudade, lo mejor de Portugal.
* * *
Se agita el corazón como si fuera
un órgano exterior clavado dentro.
Felices los niños que no saben lo que tienen
a ciencia cierta -sí lo que no tienen, por arte de magia.
Tristeza es descubrirse el corazón.
* * *
Es duro abandonar el concepto,
las cosas queridas de esta vida de cosas,
en favor de la palabra, en su apuesta.
La verdad, la razón, la mentira, el movimiento,
la flor, el buzón de la correspondencia, la máscara
y las cartas de amor que se introducen selladas
no son nada absolutamente si no hay palabra cerca.
No cosas, palabra cerca.
* * *
La memoria es una llama
que habita la casa de uno,
dos, tres, los que quieras
que habiten tu casa interna.
Hay dos casas: una interna
y una externa, esta última
es la fachada que detiene los ojos
y la lluvia. Es una llama encendida
que no se apaga. Puede no dejarte vivir.
Dentro de ti es alimento no siempre en buen estado.
Fuera es una fogata. Cuando la memoria sale
en general sale mal: prende fuego en los pinos,
en los techos, en la antenas, y, si hay azoteas,
ahí. En la cordillera está en calma,
impávida la llama,
su memoria ceremonial sumida en sí misma.
Cuando sale bien incendia lo incendiable
la presencia de la llama y su ausencia,
ambas fundidas en una, fulgurante
memoria de lo que no se cumplió.
* * *
¿Para quién habla uno?
Habla uno para uno, no para dos ni para tres.
Ni siquiera para uno:
para dos ojos brillando en la espesura..
Habla el esperma en la esperanza del hijo.
Uno habla para otro intangible que es llovizna,
no tocable, no moldeable por las manos de masa,
o tocable por palabras, tan afecto.
* * *
No más de un poema por vez.
Esta es la vez de la amada, marca
el tiempo lo que es: su hora,
hora del cuerpo. Cuerpo tiene el amor
-espíritu lo demás, y lo demás, demasiado- ~
cuerpo no siempre justo, a veces excede el cuerpo. r
Sede de la forma y de tí sed,
agua a la que nada falta -otra mentira:
¿le falta algo a la flor? Nada falta a la gacela,
llena de celo, completa. Abra,
al abra se le parece.
Veníamos rondando la idea de apertura
del tiempo en un lugar preciso: el abra,
ése es el lugar preciso,
no la palabra que tu cuerpo calla.
El amor cuando es amor no habla,
no necesita.
* * *
Ella oficia lo que oficia,
lo que la pica.
Dándole el sol un brillo jubiloso,
la luna le quita esplendor, la opaca
El día la mueve, en tanto
la noche, reposo, la obliga a posarse.
Se posa. Y es como una pájara
que espera, posada, al pájaro
que venga de una vez a la morada,
que le haga justicia en la tierra.
Que -que-que, vertical descendente,
ha venido el pájaro a hacerle justicia
A la posada, a la en la morada abierta.
Homenaje al lenguaje
Primera parte
*Ya pasó el tiempo en que me acercaba a ti como a un
almácigo. Entraba en tu ámbito extenso, casi
inconmensurable, más allá del contexto, como
quien entra más allá de sí mismo al páramo
donde se encuentra. Me quedaba mirándote sin
escribir, era como la misma hora siempre, era
como una paz
o una especie de paz. Desaparecían las tensiones. Era
como una especie de paz en extinción.
*No había árboles
pero tampoco guerra. Yo sabía que al entrar en ti, como
quien entra en tu lugar, no iba a ganar el premio. Y todo
lo que tenía encima me presionaba. El sol, siempre, es
una gran presión.
*Yo era los animales.
Yo era los animales pacificados
pero no por tu música sino por tu silencio. Por los
acordes que no oía, por las voces
que no escuchaba, hay una prolongación, muy extraña,
de rododendros. Yo logré ser -y ese es mi triunfo-
un silencio de los animales esperando de ti
o una especie, una señal.
*Estoy quitando dar,
estoy quitando dar al entrar en ti,
no estoy dando,
estoy quitándole a Gabriela,
estoy quitándole a Alejandro,
no soy, al entrar en ti,
mi segundo nombre. Amor, juegos contigo, miradas
al cielo -¿cómo es posible que existan estos árboles
sobre el cielo, tan ausentes de nosotros?-
No es que no los quiera: necesito pedir perdón.
Por eso entro.
*Dividí el mundo en dos, lo partí.
Están los que dan
y están los que no dan. Es muy simple.
Está el sol, ese huevo tan extraño que ya no
recuerda nada, y está la luna más extraña,
aún estando el sol, en su continuidad.
No recuerda su propia creación, su momento.
Y siento que una frontera me sigue.
*Yo no entraba en ti buscando poesía,
ni extraños frutos, ni paraíso, ni
manifestación. No tenía la menor idea
de lo que era una epifanía 0 un dejarse,
un caer. Entraba buscándote a ti.
La carne que me diste vino sola,
no pedida, como pulpa de Dios. Pero entonces
-yo no pedía nada, yo no sabía nada- ¿por qué
me culpo?
Segunda parte
* ¿La ausencia es mi centro?
¿Ese centro lo llena la escritura?
¿No lo llenan Gabriela,
Leonora, Andrés y Alejandro?
¿Pedirles que llenen mi ausencia
-si la ausencia es mi ausencia-
no es pedirles que me sirvan de soporte
para no caer?
¿La tristeza que siento cuando los veo
no es la tristeza por quererlos mediado por mi ausencia?
*Si la ausencia es mi ausencia
estoy identificado con lo que no está.
Si estoy identificado con lo que no está
de alguna manera no estoy.
¿Cómo querer si no estoy?
¿Qué me puede hacer estar
para volver a querer a los que quiero
sin verlos como a la distancia,
sin poder acercarme a ellos?
¿La escritura puede hacerme estar?
¿Es la escritura la asunción de la ausencia?
*La ausencia es un dolor
vuelto vacío, es un cambio
de centro: un centro que ya no está fuera
sino adentro.
Escribir es permitir
que la ausencia crezca
en sus dominios internos, que vaya
por sus propios fueros. Escribir
es reconocer el adentro, es
verlo.
Pero es un adentro que sale, se asoma
a la ventana, revela la ausencia.
*Olvidé durante mucho tiempo
que la palabra es de adentro,
enamorado tal vez de tanto verla fuera,
de tanto mundo que insiste en que la palabra es de afuera,
como si la palabra sólo comunicara
cuando la palabra no sólo es lazo.
Una palabra condenada a celebrar
o a condenar el mundo,
una palabra del mundo
no puede durar mucho tiempo.
*Una parte de la palabra
debe permanecer en su adentro.
Una parte de la palabra es secreto.
No sé si para toda la poesía:
para estos poemas.
Esa parte de la palabra que es secreto
protege su adentro.
Es la parte vigilante de la palabra,
la parte de la palabra que no habla,
su parte guardián de la frontera.
Es la parte-silencio de la palabra
que ya no escuchamos
empeñados en que la palabra hable por completo.
Olvidamos -olvidé- que el hombre-palabra
tiene una parte silencio.
El pájaro es todo el pájaro
pero la palabra no es toda palabra ella,
es parte silencio y parte habla.
Este es el aviso de la palabra:
silencio-aguas.
Gracias a Gabriela que me dijo:
«olvida todo y ponte a escribir.»
Esto es más o menos sincero.
Tercera parte
*Se puede bucear más,
siempre se puede más
averiguar los peces
del fondo.
Sin olvidar que parte
de la palabra es silencio.
*Ir allí
y volver
para que la memoria nazca
y muera el recuerdo.
Ir allí pero regresar a casa.
No olvidar por el camino que una parte
de la palabra es silencio.
*Ir a buscar el origen del dolor,
el prístino, el inmaculado o casi,
porque aún ese tiene rezagos de tiempo
como una cabeza coronada de polvo
o un sombrero cubierto de hojas verdes.
Es lo que queda del regreso: no olvidar
que parte de la palabra es silencio.
*Se puede parodiar al sol,
cómo no se va a poder decir que bien vale una parodia
el sol, una parodia que quema.
Parodiar esa garza por su pata
y por la otra que se dobla
explícita.
Es posible no entender una garza
sin olvidar que parte de la palabra es silencio.
*Es posible morder la mano
que te da de comer. Por justicia,
no por arrepentimiento.
Y dejar la mano intacta
sin la huella de los dientes.
Una vez es posible ser un perro.
Sin olvidar que una parte de la palabra es silencio.
No la más fiel, la más buena.
*Todo se puede en este mundo
a juzgar por los hechos
que no dejan mentir.
Esos hechos, los encargados
de frenar el exceso. El exceso,
esa cresta que en la aurora canta todo su Poder
es la potencia misma donde el abismo se expresa.
El exceso no cree en los hechos.
Olvida el exceso que parte de la palabra es silencio.
*Es posible ser sincero
pese al corazón expuesto
a la mordida del perro que pasa.
Siempre hay un perro que pasa
alrededor del sincero,
muy cerca, peligrosamente,
del corazón expuesto.
A tres pasos del estacionamiento,
en el cantero crece el ciruelo.
*Escrito esto,
pidiendo que no haya represalia
del destino cierto.
Con el dolor dicho,
con el pasado ausente,
con cierta paz, con esta noche
y para ella.
Ella es Gabriela.
Vengo a besarte por el detalle…
Vengo a besarte por el detalle
del roquefort en el sandwich.
No se te había ocurrido mezclarlo
con el jamón y el pan integral.
No importa que hayas interrumpido
aquella escritura incierta. En realidad
no iba a ninguna parte. Y sobre todo
(la noche caía con su linaje quebrado
sobre nosotros y sobre nuestros hijos)
era un pálido remedo de unas fresas
memorables. En cambio, este roquefort
derretido aún está vivo.