¿El mayor aporte de Jorge Salvador Lara en los 18 años que fue cronista de Quito?
El conjunto de su trabajo es muy meritorio, porque la labor del cronista no es tanto hacer una cosa, es sutil, no es cuantificable. Su gran obra ha sido hacernos ver y recordar esta identidad y memoria de Quito a través de sus trabajos.¿Qué visión de Quito difundió Salvador Lara, en su función de cronista?
Conozco a Salvador Lara desde que fue mi profesor en la universidad y por eso me atrevo a decir que él ve a un Quito signado por una triple vocación: de libertad, de cultura y de fe católica. Para él, Quito es una ciudad culta, universitaria, pues en la época colonial, cuando en EE.UU. recién se estaba fundando Harvard, Quito ya tenía dos universidades y estaba gestionando una tercera.
Una cultura académica…
No solo se queda en ese aspecto, porque de allí pasamos a un arte quiteño que tiene un enorme enraizamiento popular. El arte de la Escuela Quiteña representaba los gustos y creencias de todos.
Hablemos de esa cualidad de ciudad de libertad que Salvador Lara relieva.
Quito, desde su visión, tiene un ansia de libertad. Esto se ha manifestado en toda su historia.
Incluso la más reciente’
Ciertamente. Pero en donde más se ve es en la participación quiteña en las guerras de la independencia. Y aun ahora Quito tiene siempre una visión crítica del poder, y no solo del gobierno.
¿Qué nuevas características de la ciudad ha rescatado el cronista en estos 18 años?
Esas grandes líneas conductoras propuestas por Salvador Lara, si bien son valiosas y ciertas, no sé si convocan a toda la población. Por ejemplo, cuando nos atamos a la fe católica mucha gente que vive en Quito queda fuera. Eso no quiere decir que lo construido por Salvador Lara sea falso, pero sí que tenemos que seguir buscando la identidad de la quiteñidad, que está en constante evolución.
¿Alguna otra deuda?
Hemos prestado poca atención a movimientos como el roquero, como si todavía fuese una expresión extranjera; y ya no podemos crear identidades que excluyan ese tipo de movimientos.
¿Qué rasgos de ese Quito ponderado por Salvador Lara aún permanecen?
En esencia creo que su visión es correcta y en general permanece.
Sin duda sigue siendo una ciudad muy política.
Por supuesto. Y yo mencionaría una cuarta característica que Salvador Lara no la explicita pero la insinúa: Quito es una ciudad para gobernar. Desde que fue fundada a la española, fue fundada para gobernar, administrar, y eso marcó a la ciudad para siempre.
¿El oficio de cronista de la ciudad debe remozarse?
Partamos de que ahora cualquier cargo público, y el de cronista también, debe ser sometido a este escrutinio: para qué le sirve a la gente. Por eso el cronista debería ampliar su concepción para pensar que lo que está contribuyendo a crear no es solo una visión del pasado, sino del presente y para el presente, que está formado por jóvenes, viejos, solteros, gais, católicos y no católicos…
¿Es tiempo de que el órgano de difusión del trabajo del cronista y del Archivo Histórico sea uno distinto a la revista anual Museo Histórico?
Yo creería que sí. El propio Municipio publica otra revista de gran tiraje (Revista Q) orientada al presente y a la integración, y por eso integra asuntos que Museo Histórico jamás podría poner en sus páginas. Y creo que el oficio de cronista debe ir hacia allá. No solo dedicarse a la conservación de un pasado con el cual a lo mejor ya la gente no se identifica.
¿Qué requisitos debe cumplir un cronista de la ciudad contemporáneo?
Definitivamente no debe ser un anticuario, sino una persona vitalmente vinculada con el presente; su compromiso es con la gente de hoy no con los próceres de 1809. Alguien que no crea que la historia del país es lo que pasa en el Palacio de Gobierno, porque no lo es. Y por último, debe estar conectado con el país, porque Quito es la capital y tiene que mirar hacia fuera; qué mejor que el cronista de Quito sea un proguayaquileño, un progalapagueño… porque si no lo es, en su visión, Quito perderá su razón de ser.