A propósito de la Muestra Internacional de Videoarte (MIVA), que se realiza desde hace seis años en Quito con propuestas nacionales e internacionales, y que estará hasta el 19 de septiembre, hacemos una especie de disección del videoarte para entenderlo mejor, algo así como una operación a corazón abierto para verlo por dentro. Para ello y con la ayuda de artistas visuales y entendidos en la materia, nos preguntamos: ¿El videoarte es narrativa o poética visual?, ¿Cuál es el territorio por el que transita? ¿Cómo se comunica con el espectador? Estas fueron sus respuestas.
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Narrativa o poética
En un video se muestra un péndulo compuesto por palabras que por el movimiento oscilatorio aparecen y desaparecen de la vista. En otro, el proceso, crudo, de un accidente de tránsito. El primero parece un poema, el segundo, una narración. ¿Están ‘encasillados’ correctamente? Hay quienes discrepan. María Dolores Sevilla, autora de la instalación ‘Muñeca Vestida de Azul’, que participó en la muestra, cree que el videoarte es una poética visual porque usa diferentes símbolos. La narrativa puede formar parte pero en ella debería haber el uso de esos símbolos. El antropólogo visual X. Andrade, en cambio, cree que el videoarte es ambas cosas, aunque la narrativa visual pueda construirse en contraposición al legado narrativo del cine y el documental. De igual manera opina María Belén Moncayo, directora del Archivo Aanme. Todo depende de lo que se quiera expresar. Puede ser una pieza narrativa apegada hacia el género de la ficción y del documental o puede ser una pieza poética porque a nivel del lenguaje audiovisual esté más apegado hacia ese género. Lo que los diferencia, y hace que sea el uno o el otro, es el lenguaje en el que transmite el artista.
Los territorios
La democratización del uso del videoarte ha permitido no solo su acceso a una público más amplio, sino también su permeabilidad en otras disciplinas artísticas que pueden expresarse en múltiples plataformas. Es por eso que resulta ‘difícil’, en palabras de Sevilla, definir el territorio. “Es una herramienta de expresión cotidiana y contemporánea que puede ser utilizada en todas partes. Puede transitar en muchos territorios porque se lo puede usar como obra artística, como publicidad”. Para Andrade es el de la intersección entre otras artes visuales, táctiles y auditivas para posicionar la mirada como elemento interpelador de la experiencia artística. No obstante, continúa, prolonga y refuerza el dominio de la visión sobre el resto de los sentidos.
La relación con el otro
En un mundo supeditado por la cultura visual, el arte, la comunicación y el diseño desarrollaron una fuerte inquietud por lo real, por tratar de capturarlo y representarlo. Una inquietud que se plasma en propuestas, sobre todo audiovisuales. Esto trajo consigo el nacimiento de un espectador interactivo. Y es por ello que no puede prescindir del espectador para su comunicación. “Una obra de videoarte, como cualquier obra artística de cualquier expresión, una vez creada ya no pertenece al autor. Pasa a ser de dominio público. En ese sentido basta que una persona la vea para que sea consumida porque va a estar atravesada por la carga simbólica” cuenta Moncayo. “Los artistas no hacemos arte para un solo publico. La comunicación depende de cómo esté montado el videoarte y de lo que el artista quiera reflejar. No creo que nadie haga obras para guardarlas en casa”, dice la artista visual Cri Cri López.