Bajo la dirección de la maestra María Luisa González, con la labor coreográfica del cubano Jorge Alcolea y el talento de 14 bailarines, la Compañía Nacional de Danza (CND) cumplirá 34 años.
Para la celebración el elenco prepara tres funciones en el Teatro Bolívar (ver puntuales).
Desde diferentes orígenes y por diferentes caminos, las historias de sus integrantes se reúnen sobre las tablas, donde cada uno de ellos vive con la ilusión de expresarse a través del cuerpo y del movimiento.
Cinco de ellos, por un momento interrumpen sus ensayos, para hablar de su pasión…
Omar Aguirre, 43 años
“De peladito, en Guayaquil me gustaba hacer títeres, gestos, bailar salsa y cumbia. Me metí en grupos de teatro, ese fue mi primer contacto con la escena, pero era muy tieso. Entonces entré en Sarao para trabajar el teatro corporal, en un año terminé bailando.
Al principio me llamaba la atención la TV, la fama, pero luego la mente se me abrió y comprendí que el arte va más allá de lo superficial. Hace 5 años audicioné para la CND y pude ser parte del elenco; aquí nos sacamos la madre.La maestra María Luisa es un amor, tiene apertura para los bailarines y Jorge (Alcolea) es un ser creativo. Veo lo contemporáneo como una ruptura de esquemas. Vivo en Quito, a ratos extraño mi ciudad, me gustaría hacer actividad escénica allá, pero es más difícil”.
Lorena Delgado, 25 años
“A los 9 años empecé a bailar en el Conservatorio de Cuenca, con la Sra. Osmara de León. Estuve en el Mississippi Metropolitan Ballet, de EE.UU., por un años; luego estudié con el Ballet Nacional de Cuba. Me vine a Quito a probar suerte. Trabajé 5 años en el BEC y hace año y medio se me abrió la oportunidad de bailar en la CND.
La danza es mi forma de vida, es un lenguaje más abierto y honesto: con el cuerpo, lo que uno siente no se puede mentir. La CND me ha permitido interiorizar en los personajes, darle una intención al baile; es un elenco sólido, constante, maduro, con una propuesta por mostrar.
Me gusta crear coreografías y la enseñanza. Estoy casada con Oscar Santana (también bailarín de la CND), hemos llegado a un equilibrio: nuestra vida social, en pareja se desarrolla en el mismo círculo de artistas”.
Yulia Endara, 32 años
“La danza es el camino para entender la vida. Llegué a ella desde chiquita, mi madre me puso en clases de ballet (mis padres eran matemáticos, pero por eso mismo anhelaban el arte), de adolescente las abandoné, hasta que comprendí su importancia y las retome, ahora bailo profesionalmente.
En este camino me ha acompañado mi hermana menor, Yoli, y nos hemos reencontrado como amigas, más que hermanas de sangre, lo somos de espíritu. Este es mi quinto año en la CND. Ha sido una experiencia hermosa, porque es la gran universidad de danza, que no existe aquí.
Sin embargo, llega un momento en que una institución, por más bella que sea, llega a molestar, te das cuenta de que el arte no puede ser rutina , sino algo tuyo. Lo que quiero hacer es danza de entretenimiento: los filósofos por un lado y el arte para los artistas”.
Sebastián Salvador, 28 años
“Empecé a bailar a los 18 años, había visto unos videos de ‘break dance’ y me pareció ‘wow’, me flechó. Ingresé en el Frente de Danza Independiente, hice gimnasia, capoeira, siempre me ha gustado bailar, mover el cuerpo.
Desde el 2007 estoy en la CND, me ha parecido súper enriquecedor, es exigente en cuanto al detalle y la limpieza del movimiento, a la técnica. Luego vinieron las presentaciones y me puse nervioso, es estresante hasta que sientes que has hecho las cosas bien y el público lo aprecia.
Nunca pensé que me iba a dedicar a esto, pero la danza me atrapó y aquí estoy. Me han dicho que tengo condiciones, que me expreso con mi cuerpo, pero aún me falta, podría ser más exigente conmigo mismo, que la danza sea mi comer, mi dormir. Estoy casado con una bailarina y he pensado que mi hijo Gaspar siga nuestros pasos; me gustaría”.
Emilia Benítez, 30 años
“Concibo la danza como un manejar energías, transmutar tu cuerpo en un fluir, cuando bailas tratas de encontrarte a ti mismo, te miras de piel para adentro. Mi historia con la danza empezó a los 10 años, cuando me aburría después de la escuela, decidí entre al Ballet Ecuatoriano de Cámara.
El ballet clásico lo estudie por 8 años con el maestro chileno Felipe González. Entré al CND a los 17 años, pero luego me fui al Ballet de Santiago en Chile. Allí percibí el ballet clásico como un infierno competitivo y lleno de jerarquías. Finalmente entré en la Universidad de Chile con una formación académica más amplia, obtuve mi Licenciatura en Danza, estuve en el Ballet Nacional de Chile y luego regresé a la CND.
Aquí me he podido quitar un montón de bloqueos personales, superar baches. Estoy casada y tengo un niño”.