‘Hay quienes tienen el concepto de que al pintar legalmente, deja de ser grafiti” explica el artista urbano, Javier Moya, la noche del sábado en Chiriyacu, mientras participa del Festival Flujos Urbanos, organizado por el Municipio y que busca intervenir 10 muros de Quito hasta el 12 de marzo.
Pero -según Moya- el artista del grafiti debe ser capaz de acoplarse a diferentes estilos y circunstancias, por eso tiene que ser “completo y ecléctico” y estar dispuesto a trabajar en distintas situaciones. Sin embargo, por más permiso que les sea otorgado el grafiti parte de un concepto de protesta y buscará dar a conocer, siempre, la forma de pensar del artista. Por ello, Moya quiere dejar una imagen que sea impactante visualmente y al mismo tiempo sirva de ornato para la ciudad.
Flujos Urbanos se encuentra en su segunda edición y en esta ocasión las paredes que entran a concurso han sido aportadas por la Epmaps, y se encuentran en los sectores de Guamaní, San Blas, Santa Clara y el Clavel, entre otros.
En ocasiones, los grafiteros se ven limitados por temáticas, pero para Camille Cote, artista urbana del colectivo Esquizoide, es más importante la liberación de estos espacios que permiten un trabajo más elaborado al artista y logran cambiar la noción que se tiene en relación al grafiti como vandalismo antiestético.
El impulso del proyecto partió del concejal Freddy Heredia, quien asegura que la ciudad debe registrar el valor de la creación subjetiva de los jóvenes y que el grafiti es la mejor forma de hacerlo.