Chéjov es Chéjov, a pesar de la noche

Pieza teatral sobre Chéjov. Foto: Bolívar Vásquez/EL COMERCIO

Pieza teatral sobre Chéjov. Foto: Bolívar Vásquez/EL COMERCIO

Hay funciones que no funcionan y eso es también parte del orden de representaciones de una pieza teatral. El azar puede definir que una noche no sea igual a la siguiente, como también lo pueden hacer la emotividad, el fallo técnico, el reemplazo de una actriz o el parlamento indigesto. Esto sucedió frente a ‘Vania’, montaje del Estudio de actores, bajo dirección de León Sierra, en el Teatro del CCI.

Fue una mala noche. Pero el teatro -no el del espectáculo y oropel- es una labor de procesos sostenidos y de búsquedas piel adentro. Ahí la importancia de temporadas que permitan ver ese desarrollo, y no citas de una o tres noches.

Por lo visto en esta propuesta escénica, se percibió la importancia de las acciones físicas para la interpretación, pero también una desconexión con el texto, dicho en la ausencia del conflicto entre contención e intensidad.

En ‘Vania’, Antón Chéjov conjuga roles de diferentes actores de una sociedad, donde la practicidad del campesinado (también su ingenuidad) juega con el aura reflexiva del intelectual (también con su banalidad), siempre abriéndose a los dictámenes de las virtudes, los vicios y las pasiones. Este montaje no se pierde eso, sino que le suma conflictos y posturas antagónicas actuales.

Ya metidos en palabras, Chéjov lo que consigue es cuestionarse sobre el significado de una existencia que discurre entre la insistencia de la realidad y el desvanecimiento de los sueños. Volviendo los ojos al hombre de “a pie” traza un mapa del alma humana, entre emociones oscuras, atracciones ingenuas, traiciones certeras y vejeces inexorables.

Y eso trae este montaje al público quiteño del 2012, esa condición innegable de clásico, de la universalidad desde lo íntimo. Pero en esa intención se sufre también de la impostura del localismo, en el apelativo y en la tonada carnavalesca, como tentando un ruso ecuatoriano desdibujado entre el vestuario de época y la mixtura de hablas.

Los recursos escénicos se suman al espacio, algunos completan la situación, otros la adornan, unos se adecúan y otros se contradicen. Están: una pantalla de fondo que poco puede expresar y una música que dice mucho. Se espera una próxima función...

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