La Central, Las Casas, el Seseribó. El arte, el taller, la farra. Tres lugares son piezas de un rompecabezas que permitió por más de una década unir lazos entre Chile y Ecuador a través de una mujer cuyo encanto llenó de esperanza a varios iniciados en el arte. Su nombre: Carmen Silva (Santiago de Chile, 1929-2008), la amiga, la maestra, la bailarina. En estos días, hasta el 27 de noviembre, más de 30 cuadros de su colección familiar se encuentran en exposición en la sala V, del Centro Cultural Metropolitano.
De su paso por el país se puede escribir poco en relación a la gran cantidad de recuerdos en sus amigos y estudiantes. Llegó en 1973 tras el golpe militar chileno. Con su hija y su cartera, Carmen se instaló en una casa en lo alto del barrio Las Casas.
Desde allí, en medio de la precariedad económica y de la riqueza artística, en el denominado ‘Taller 1632’, y por los rincones de la Facultad de Artes de la Universidad Central, comenzó la militancia de una mujer por la enseñanza del dibujo a los ahora artistas o promotores del arte: Jaime Zapata, Marcelo Aguirre, Ileana Viteri, María Elena Machuca, Carmen Carreño…
Con tanto que contar, ¿qué decir entonces? Para empezar, recordar su figura. Alta, de cabello ondulado negro, grandes ojos verdes, unas “fenomenales piernas” e, infaltable, una minifalda y una sonrisa; al menos así la evocan Machuca y Carreño. A sus voces, Viteri, cercana a Carmen exclusivamente en el espacio académico, añade: una figura impresionante. “Conocer a Carmen era llevarse dos impresiones contrarias. La primera impresión era la de una mujer seria y reservada. Más de cerca se podía sentir a alguien amigable y cercano”, comenta Viteri. [[OBJECT]]
Lejanía y cercanía, dos elementos que se extraen de las palabras de Viteri y que claramente se puede observar en las obras en exposición de Carmen. Por un lado, el haber sido alejada de su tierra natal marcó un cambio en su pintura. Ojos tristes; líneas marcadas en rostros, pies y manos; colores pálidos; y, por ahí presente, una pincelada roja en cada figura forman parte de una propuesta estética que intenta retratar el dolor de su tierra, a la que siempre se sintió cercana.
Y es que en los talleres, una vez finalizadas las enseñanzas, no faltaba un espacio para hablar sobre política. “Coherente en su forma de vivir y de pensar”, como dice Machuca, quien fue su vecina, los que la conocían destacan su intensa relación con lo que se vivía tanto en Ecuador como en Chile. De Ecuador, una pieza, ‘El ángel’, retrata esta experiencia; su inspiración nació tras haber visto a un pordiosero en San Francisco que en la mitad de la plaza se quitó la ropa e intentó volar.
Para entender la obra de Carmen Silva, Patricio Guerra, curador del Centro Cultural Metropolitano, destaca al expresionismo y la figuración poética como dos elementos fundamentales. “La función del expresionismo es la de deformar, caricaturizar, para expresar algo. Esto tiene relación directa con la preocupación social en el caso de la artista”.
Sobre la figuración poética, Guerra señala que ella está presente “en cuanto la artista dibuja a cada personaje con cuellos largos tal como lo hace Modigliani en sus trabajos”.
Fuera del ámbito artístico y político, la vida de Carmen se dibujaba de otra manera. Alegre y dispuesta a vivir la vida con la mayor energía posible, la chilena gustaba de trazar con sus tacos los pasos de la salsa sobre la pista del Seseribó. “Era impresionante. Todos éramos jóvenes y llegábamos a cierto punto en el que ya no podíamos seguir bailando. Mientras tanto, Carmen seguía y seguía, pese a estar por sus 50 (años)”, recuerda Machuca.
Esa misma pasión por la vida sintieron sus estudiantes en las dos ocasiones anteriores en las que su obra llegó a mostrarse en el país. La primera, en 1995, se llamó‘Volver’. Pero la más recordada fue en el 2 000, cuando un mariachi le dedicó‘Volver, volver’, tal cual se llamaba la muestra.
La artista y su obra
Las obras expuestas pertenecen al archivo familiar de la artista. Todas las obras fueron realizadas
en Chile.
Se encuentra en exhibición hasta el domingo 27 de noviembre, de lunes a sábado de 09:00 a 17:30 y domingo de 10:00 a 13:30. La entrada es libre.
En la formación de Silva la acompañaron maestros como el pintor chileno Nemesio Antúnez y Roberto Matta, quien la contactó con el mundo parisino.