Desde su existencia en color y trazo, los ojos del perro se fijan en los del espectador del cuadro, como en su momento se habrán fijado en los del pintor. Es una suerte de reflejo, la que propone Carlos Revelo (Quito, 1966), en una de las pinturas que conforman su muestra ‘Rostros’, que se exhibe en la Casa de las Artes La Ronda.
En los pequeños salones de ese lugar se distribuyen más de 30 piezas, acrílicos, óleos, sanguinas y aguafuertes. La mayoría son retratos, pero también hay paisajes urbanos. Por esos pequeños salones también camina el artista y el momento se presta para una charla breve. La luz de la tarde entra por las ventanas, puertas afuera está Quito, ese Quito que tanto le significa a Revelo.
Él es un caminante de las calles capitalinas, el visitante de esos rincones que no dan indicio de regeneración, el que encuentra la identidad y el universo mismo en el rostro del habitante anónimo de la ciudad. Si hace 20 años Revelo expresaba esa ciudad a través de un arte neofigurativo y neoexpresionista (en el 93 ganó el Mariano Aguilera, con ‘Interior’), sus búsquedas y necesidades fueron mutando hacia el realismo y el hiperrealismo. En ese proceso se entrecruzan bajones anímicos, viajes a Miami y Los Ángeles, estadías en España, contactos con la pintura de Antonio López y de Claudio Bravo… y el regreso a Quito. El regreso para descubrir la topografía, la calle y el bache, para mirarse hacia dentro.
Ese camino hacia el realismo y lo figurativo le ha granjeado más de una crítica de sus colegas; pero él se mantiene en ello repensando su oficio y las temáticas que trabaja. Ahora dice no atarse a nada, ni a estilos ni a técnicas ni a tendencias… dejar que el arte fluya. Eso sí, se mantiene dentro de la pintura. Carlos ve al espacio bidimensional de la pintura como contemporáneo; para él, el video, el performance, la instalación no son imprescindibles en este momento. Incluso adivina facilismo en algunas de esas búsquedas.
En ‘Rostros’ se siente al pincel haciendo piel y arrugas, sombras y vellosidades, pero la mayor expresividad no radica en el gesto sino en la mirada: son ojos que interpelan y que reflejan al observador. La mayoría no lleva nombre son solo rostros, como las caras que pasan y se desvanecen en las paradas del autobús, en las plazas y los bulevares. Se halla en ello, además, una relación con la marginalidad. Hay otros que sí llevan nombre, son los rostros de sus amigos, de su familia. Por eso esta muestra es también íntima.
Es decir, es íntima y es social. El realismo de Revelo manifiesta una visión crítica y preocupada por la colectividad, pero recreada desde el significado que esa colectividad alcanza en el interior de su personalidad. Asimismo, resulta adecuado que sea la palabra de Hernán Reyes la que haga referencia y guíe el recorrido por ‘Rostros’. Más allá de valores estéticos, Reyes se plantea las relaciones entre el individuo-creador y su entorno, la ciudad, sus personajes y sus fantasmas.
En la muestra, el visitante se encuentra con múltiples técnicas. Se puede pasar de un acrílico expresionista a un óleo realista, de un dibujo en sanguina a un grabado, y de un hombre, a una ciudad o a un perro. En los grabados esa relación entre el humano y el animal tiene mayor presencia, hay una especie de hermanamiento entre los dos seres, una conjunción que se presta para hablar de ambigüedades; acaso la animalidad es una excusa para representarla verdadero ser humano. Revelo no da respuesta… mientras tanto el perro del cuadro no deja de observarnos.
La muestra ‘Rostros’
La exposición de Carlos Revelo está abierta al público hasta el 8 de enero del 2012, en la Casa de las Artes, La Ronda 999. El ingreso es gratuito.
Esta exposición tiene su antecedente en el 2009, cuando Revelo mostro ‘Rostro urbano’, en el Ministerio de Cultura. Actualmente planifica una muestra de su trabajo en Guayaquil.
El artista es también profesor de varias materias en la Facultad de Artes de la Universidad Central del Ecuador.